lunes, 26 de mayo de 2008

Arquitectura

¿Por qué contratar un arquitecto?

Por Carlos Schifano (Arquitecto UBA)


Pocas personas se dan cuenta de lo complicada que puede resultar la construcción de un edificio, por lo menos, hasta que se encuentran perdidas en un cúmulo de dificultades, reglamentaciones edilicias, alternativas de diseño, especificaciones, contratistas, presupuestos, etc.
El arquitecto es el profesional que tiene la formación, entrenamiento, experiencia e imaginación necesarios para guiar al cliente durante todo el proceso de diseño y construcción, desde colaborar para ayudarlo a definir qué es lo que necesita construir, hasta la manera de obtener el máximo provecho para su inversión.
Los arquitectos aportan un enfoque totalizador de la cuestión. No sólo diseñan un techo y cuatro paredes para resolver sus necesidades básicas, sino que crean ámbitos atractivos especialmente acondicionados para habitar, trabajar y desarrollar todas las funciones que caracterizan la vida del hombre. Conduciendo a contratistas y proveedores, los arquitectos hacen posible que el proceso culmine en un proyecto bien construido, que cumpla con las expectativas y que encuadre dentro de los costos y tiempos que el cliente ha previsto.
El arquitecto, con sus conocimientos y experiencia en diseño y en los aspectos técnico-constructivos, reúne las mejores condiciones para presentar alternativas y opciones que al cliente probablemente no se le hubiesen ocurrido. Los honorarios por los servicios que brinda el arquitecto deben ser considerados como una sensata inversión y no como un costo adicional al del proyecto, entre otras, por las siguientes razones:
a. un proyecto bien concebido puede ser construido de forma más eficiente y económica, evitando o minimizando improvisaciones, sorpresas e imprevistos que originan costos adicionales y prolongan innecesariamente el lapso de construcción.
b. el arquitecto produce planos y especificaciones seleccionando materiales y terminaciones, en función de su calidad, belleza, durabilidad y costo. Estos planos y especificaciones no sólo sirven para construir la obra, sino que son imprescindibles para obtener propuestas serias y confiables de contratistas y proveedores.
c. el buen diseño y la buena construcción siempre aportan un valor agregado: mayor valor inmobiliario a una propiedad y en ciertos casos más clientes para un comercio o mayor productividad en los lugares de trabajo. El arquitecto puede prever cosas que probablemente el cliente no tendría en cuenta y ejecutar otras que ese cliente no sabría cómo encarar, como por ejemplo programar etapas, advertir a tiempo posibles problemas vinculados con la normativa oficial, coordinar la labor de especialistas en proyectos complejos, recomendar contratistas y proveedores competentes, asesorarlo para que suscriba contratos equitativos y ejercer controles para que la construcción se lleve a cabo de acuerdo con los planos, las especificaciones, los montos y los plazos previstos.
La relación cliente/arquitecto.
El éxito de un edificio depende de muchos factores, pocos de los cuales son más importantes que una buena relación entre el cliente y el arquitecto. Sin la plena cooperación del cliente y sin confianza mutua resulta muy difícil que el arquitecto realice bien su tarea. El cliente es un miembro muy importante del equipo.
El arquitecto puede brindar un asesoramiento muy valioso desde los primeros tramos de su actuación. Muchos problemas podrían evitarse si el arquitecto fuera consultado, inclusive, antes de comprar un terreno, ya que no sólo conoce las restricciones que pueden afectar a determinado terreno sino que también está en condiciones de descubrir buenas posibilidades en terrenos aparentemente inadecuados y dificultades que no se le ocurrirían al cliente en otros que a éste le parecen apropiados.
El arquitecto
La tarea del arquitecto consiste en interpretar a su cliente y plasmar sus necesidades en un edificio que sirva a los fines de aquél en todo sentido y represente el valor del dinero invertido, dentro de límites acordados en cuanto a tiempo y costo. Esta tarea constituye un proceso mucho más complejo de lo que imagina la mayoría de la gente. Los edificios deben estar bien planeados, sin desperdicios de superficies, de modo de proveer espacios adecuados para todas las actividades que allí se han de realizar. Deben estar convenientemente emplazados en el terreno, tener buenos accesos y estar organizados de tal modo que se facilite la circulación de las personas, los vehículos o mercaderías y construirse teniendo en cuenta las reglamentaciones vigentes.
Además, los edificios deben satisfacer las necesidades físicas de los ocupantes durante todas las estaciones del año. Su diseño debe facilitar la climatización adecuada de sus interiores.
El arquitecto debe captar la atmósfera adecuada para cada edificio, trátese de una escuela o un hospital, una fábrica o un aeropuerto, un centro comercial o una vivienda privada. Lo que resulta adecuado para un tipo de edificio puede no serlo para otro. La meta del arquitecto consiste en encontrar para cada caso la solución que cumpla de manera óptima los objetivos de su cliente, al tiempo que satisfaga las necesidades de los futuros usuarios y armonice con el paisaje y el resto de los edificios del entorno.
El arquitecto y la ética profesional
La ética profesional es el conjunto de los mejores criterios y conceptos que debe guiar a la conducta de un sujeto por razón de los más elevados fines que puedan atribuirse a la profesión que ejerce.
El código de ética establece guías y reglas de comportamiento para los arquitectos en el cumplimiento de sus obligaciones con los clientes y público en general, con la dignidad de la profesión y con los demás profesionales y constituye un compendio de comportamientos básicos en los que se debe basar la práctica de la profesión. Sus disposiciones son de cumplimiento obligatorio y han sido previstas para preservar derechos de los clientes, de los colegas y del público en general y para promover la más alta estima y respeto que merece la profesión.
Las disposiciones del Código de Ética, son:
Son deberes de todo profesional para con sus clientes y hacia el público en general:
· No ofrecer, por medio alguno, la prestación de servicios cuyo objeto, por cualquier razón de orden técnico, jurídico, reglamentario, económico o social, etc., sea de muy dudoso o imposible cumplimiento, o si por sus propias circunstancias personales el profesional no pudiere satisfacer.
· No asumir en una misma obra funciones de director al mismo tiempo que las de contratista total o parcial.
· Mantener secreto y reserva respecto de toda circunstancia relacionada con el cliente, y con los trabajos que para él se efectúa, salvo obligación legal.
· Advertir al cliente los errores en que éste pudiere incurrir, relacionados con los trabajos que el profesional proyecte, dirija o conduzca, como así también subsanar los que él mismo pudiera haber cometido y responder civilmente por daños o perjuicios conforme la legislación vigente.
· Manejar con la mayor discreción los fondos que el cliente pusiere a su cargo, destinados a desembolsos exigidos por los trabajos a cargo del profesional y rendir cuentas claras, precisas y frecuentes, todo ello independiente y sin perjuicio de lo establecido en las leyes vigentes.
· Dedicar toda aptitud y atender con la mayor diligencia los asuntos de su cliente.
· El profesional que dirige el cumplimiento de contratos entre su cliente y terceras personas es ante todo, asesor y guardián de los intereses de su cliente, pero estas funciones no significan que le es lícito actuar con parcialidad en perjuicio de aquellos terceros.
El programa de necesidades
En la relación cliente/arquitecto, la formulación del programa de necesidades constituye una de las etapas de mayor importancia de todo el proyecto. El primer paso es preparar dicho programa, el cual debe incluir, con la mayor precisión posible, las necesidades del cliente y todas las limitaciones que deben observarse en cuanto a tiempo y costos. El cliente debe informar al arquitecto acerca de servidumbres, derechos de vecinos u otras disposiciones reglamentarias que puedan imponer restricciones al uso del terreno. El arquitecto, en cambio, debe informarse con respecto a las normas oficiales vigentes.
El arquitecto necesita información detallada, no sólo sobre el número y el tamaño de todos los locales sino también sobre las actividades y procesos que han de tener lugar en el edificio. A menudo sucede que el cliente basa sus ideas en cuanto a los locales o espacios que va a necesitar, en su experiencia en edificios inadecuados o viejos y no advierte nuevas posibilidades para resolver sus necesidades. El arquitecto, por estar actualizado respecto de las estructuras, instalaciones y los nuevos materiales disponibles y por conocer los procesos y actividades particulares a las que el edificio se debe adecuar, toma las precauciones necesarias. El cliente no debe proporcionar al arquitecto instrucciones ambiguas o contradictorias. Las órdenes y contraórdenes deben ser evitadas: hacen perder tiempo y dinero.
En ocasiones el cliente solicita al arquitecto que colabore en la elaboración del programa de necesidades como base para su discusión, así como en la preparación de cuestionarios tendientes a obtener información esencial. Es importante para el arquitecto y para su cliente que éste tome sus decisiones sin tardanza y que luego no se aparte de ellas.
El anteproyecto
Una vez establecido el programa de necesidades y analizados a fondo los requerimientos del cliente, el arquitecto prepara un anteproyecto con la solución que propone. Esta es una etapa fundamental y en una obra de envergadura puede requerir varias semanas o meses de trabajo.
Durante esta etapa ya es conveniente contar con un relevamiento topográfico del terreno, con sus deslindes, medidas y ángulos, ubicación de los árboles que se prevé mantener y el establecimiento de las cotas de nivel. Esta tarea debe ser encomendada a un profesional, cuyos honorarios y/o gastos deben ser pagados por el cliente.
No es fácil estimar previamente la duración de esta etapa, muchas veces se ignora inicialmente la complejidad de un proyecto, las dificultades para su adaptación al terreno o para encuadrarlo dentro de la normativa vigente. Tampoco hay certeza de que el cliente acepte el anteproyecto de primera intención, o le formule observaciones o que durante su ejecución introduzca agregados o modificaciones.
El avance del anteproyecto puede verse facilitado por un proceso de frecuentes consultas entre el arquitecto y su cliente, cuyas reflexiones o críticas oportunas permitirían evitar el recorrido hacia propuestas que posteriormente serían objetadas.
También el arquitecto puede recurrir a la instancia de presentar croquis preliminares, constituidos por planos y diagramas simples con esquemas funcionales, de superficies o de volúmenes en los que se bosquejan las relaciones entre las diversas partes o sectores de un edificio o de diversos edificios entre sí. Los primeros croquis suelen despertar la imaginación del cliente, aclarar sus ideas, llamar su atención sobre puntos que había pasado por alto o sugerirle nuevas posibilidades y requerimientos. En estos casos, sólo cuando se han resuelto a satisfacción del cliente cuestiones fundamentales sobre la planificación del edifico, con sus esquemas circulatorios y funcionales y se ha alcanzado un total ajuste del programa de necesidades, el arquitecto debe formular su anteproyecto y volcarlo en planos u otros procedimientos gráficos, escritos o de representación tridimensional.
A los clientes no siempre les resulta fácil comprender los planos de los arquitectos y no deben vacilar en pedir explicaciones si hay algo que no entienden.
Cuando el cliente acepta el anteproyecto debe comprometerse a respetarlo salvo que medien circunstancias excepcionales, porque cualquier cambio que desee introducir posteriormente, casi con seguridad, perturbará el progreso del trabajo en el estudio del arquitecto o provocará alteraciones en la obra, en cualquier caso, originando honorarios, gastos y tiempos adicionales.

Carlos A. Schifano
Arquitecto U.B.A.

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