lunes, 26 de julio de 2010

Cuento Zen

UN BREVE COMENTARIO (Junio)

Kakua fue el primer japonés que estudió Zen en china y, mientras estaba allí, aceptó la verdadera enseñanza. Cuando estaba en China, no viajaba. Vivía en un lugar remoto de una montaña y meditaba permanentemente. Cada vez que la gente lo encontraba y le pedía que predicara, decía unas palabras y luego se trasladaba a otra parte de la montaña donde fuera más difícil localizarlo. Cuando Kakua volvió a Japón, al emperador le llegaron noticias de él, y pidió que fuera a la corte a hacer una prédica Zen para la edificación espiritual de él y de todos sus súbditos. Kakua se ubicó ante el emperador en silencio. Luego, sacó su flauta de un pliegue de su túnica, sopló una sola nota, hizo una reverencia cortés y desapareció. Nunca se supo qué fue de él.

EL ÁRBOL INÚTIL (Julio)

Hui Tzu le dijo a Chuang:

«Tengo un árbol grande, de los que llaman árboles apestosos.

El tronco está tan retorcido, tan lleno de nudos, que nadie podría obtener una tabla derecha de su madera.

Las ramas están tan retorcidas que no se pueden cortar en forma alguna que tenga sentido.

Ahí está junto al camino.

Ni un solo carpintero se dignaría siquiera a mirarlo.

Iguales son tus enseñanzas, grandes e inútiles.»

Chuang Tzu replicó:

«¿Has observado alguna vez al gato salvaje?

Agazapado, vigilando a su presa, salta en ésta y aquella dirección, arriba y abajo, y finalmente aterriza en la trampa.

Pero ¿has visto al yak? Enorme como una nube de tormenta, firme en su poderío.

¿Que es grande? Desde luego. ¡No puede cazar ratones!

Igual ocurre con tu gran árbol. ¿Inútil?

Entonces plántalo en las tierras áridas. En solitario.

Pasea apaciblemente por debajo, descansa bajo su sombra; ningún hacha ni decreto preparan su fin.

Nadie lo cortará jamás.

¿Inútil? ¡Eres tú el que debería preocuparse!»

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