domingo, 20 de noviembre de 2011

El Chasqui en Facebook

A partir de hoy nos encontraran en Facebook, con el nombre de: El Chasqui de Mar de las Pampas. Allí se podrán ver en PDF los nuevos contenidos. Los esperamos

Desde hoy se puede descargar directamente a la computadora cada edición de El Chasqui para verla tal como sale en el papel. Lo único que se debe hacer es entrar al link y descargar el archivo correspondiente, y listo, El Chasqui en tu PC

jueves, 29 de septiembre de 2011

Tapa Nº 130

Juan Verdaguer (1915-2001)

Nació en Montevideo en el seno de una familia circense. Su padre, Lindolfo Verdaguer, era equilibrista y Aída, su madre, acróbata. Llegó a Buenos Aires con su familia cuando tenía 6 meses de edad. Realizó sus estudios primarios en el colegio Juan Enrique Pestalozzi. Había estudiado violín, y también trabajó con su padre en el circo.
Juan Francisco debutó en 1932 en Cruz del Eje, Córdoba, en la pista del circo Continental, propiedad de la familia. A los 20 años viajó a Brasil donde trabajó con el circo de los hermanos de su madre realizando equilibrismo. A partir de la década del ´40 participó en el casino Da Urca, en el varieté, y en Brasil, luego viajó a Chile, y tras una larga gira recaló en Estados Unidos realizando el mismo trabajo. En 1950 se radicó en México y en el famoso local “El patio” realizó el mismo número, después regresó a Buenos Aires y se dedicó al teatro de revistas, especialmente en el teatro Maipo.
Su número consistía en permanecer en el último travesaño de una escalera de hoja única de cinco metros de largo: "Para hacer esta prueba no debo comer. Y para poder comer debo hacer esta prueba". Completaba el acto tocando Czardas, de Vittorio Monti o La Cumparsita en su violín: "El violín me salvó de muchísimas situaciones porque al principio tenía que empeñarlo seguido. Tantas veces que el hijo del prestamista tocaba mejor que yo".
Pasó algún tiempo en Río de Janeiro, Brasil, donde adaptó su número a la elegancia propia de los lujosos casinos en los que actuaba. Trabajó en Nueva Orleans, Estados Unidos, en espectáculos de varieté. Fue allí cuando una noche, mientras tocaba Me vuelves loco en su violín, se le rompieron dos cuerdas, y tuvo que improvisar. Entonces se hizo evidente su original veta humorística, caracterizada por la sutileza cerebral, el absurdo inesperado y el impecable manejo de palabras, tiempos y

silencios: "De mis padres, a través de incontables itinerarios trashumantes, aprendí que lo que llega al íntimo espíritu del público tiene un eco más perdurable y efectivo que lo epidérmicamente festivo".
Realizó exitosas presentaciones en Estados Unidos, México, Perú, Panamá, Chile, Uruguay, Brasil y Australia, Fue en el México de los años 50 donde tuvo su primera gran experiencia teatral como protagonista de Blum, que en Buenos Aires había hecho Enrique Santos Discépolo. "No quise copiar las indicaciones que sobre él quisieron darme. Lo hice como lo sentía y afortunadamente resultó un éxito". Fue la obra de mayor duración en un escenario azteca; una placa de bronce en el hall del teatro rememora el notable éxito.
En 1951 fue contratado por Carlos A. Petit para participar en un espectáculo revisteril del teatro Comedia. Actuó en los teatros El Nacional, Tabarís, Sans Souci y de la Comedia, entre otros.
Seguidamente recibió una invitación del director cinematográfico Mario Soffici para ser el protagonista masculino de la película dramática Rosaura a las diez, que tuvo excelente repercusión económica y artística.
Poco después conoció a Goar Mestre quien lo contrató para trabajar en la televisión argentina, en donde debutó en 1961 con su espectáculo Este loco, loco hotel, en el entonces nuevo Canal 13 de Buenos Aires. Comenzaba su programa con un "señor, señora, no tiene que sintonizar su televisor... mi cara es así".. Durante más de dos décadas actuó en televisión en programas como “Risas y sonrisas”, junto a Nelly Beltrán, también realizó monólogos y papeles cómicos.
En 1981 recibió un diploma al mérito de la Fundación Kónex.
Participó en once películas. La primera fue la comedia musical de 1951 Locuras, tiros y mambo, acompañado por el grupo Los Cinco Grandes del Buen Humor. Le siguieron Marido de ocasión (1952), La edad del amor (1954) y Estrellas de Buenos Aires (1956). En 1958 hizo la mencionada Rosaura a las diez, sobre la novela de Marco Denevi, donde su dramática composición de un oscuro pensionista llamado Camilo Canegato le valió la aclamación del público y de la crítica. La siguieron las comedias La herencia de 1964, junto a Nathán Pinzón y el aún desconocido Alberto Olmedo, y Cleopatra era Cándida con Niní Marshall, donde se afirmó en su perfil humorístico. Ese mismo año intervino en La industria del matrimonio. En 1969 protagonizó la muy sofisticada Kuma Ching. En 1980 hizo La noche viene movida. Muchos años después, en 1998, filmó la que sería su última película: El amateur.
Consideraba al legendario Pepe Arias, como el mejor humorista del país. Destacaba especialmente que, "siendo un hombre culto, hizo un humor bien porteño con el hombre común".
En 1999 participó de una fallida temporada de revista en el Teatro Astros con Reina Reech. Al poco tiempo emprendió una gira por Chile, Colombia y Miami. El último espectáculo lo brindó a comienzos de 2001 junto a sus amigos Mario Clavell y Carlos Garaycochea con la obra Masters. Allí, en el auditorio del Hotel Bauen, Verdaguer se reía de las trampas que le jugaba su memoria. Después recorrió algunas ciudades para realizar monólogos y con su salud bastante deteriorada se presentó por última vez en el teatro San Nicolás.
Murió de un ataque cardíaco en la ciudad de Buenos Aires, el 14 de mayo de 2001, poco antes de cumplir 86 años.

Fuente: wikipedia

Algunos de sus chistes

Mi esposa y yo tenemos el secreto para un matrimonio feliz: dos veces a la semana vamos a un restaurante y disfrutamos de una rica comida y un buen vino.
Ella va los martes y yo, los viernes.

Siempre llevo a mi mujer a todas partes.
Lo malo es que ella siempre encuentra el camino de regreso.

Le pregunté a mi mujer adónde queria ir para nuestro aniversario.
Ella me dijo: “A algún lugar en el que no haya estado hace mucho tiempo.”
Así que le sugerí la cocina.

Con mi mujer siempre caminamos tomados de la mano.
Si la suelto, se va de compras.

No he discutido con ella en 18 meses.
Es que no me gusta interrumpirla.

Mi mujer tiene una tostadora eléctrica, una freidora eléctrica, una exprimidora eléctrica, una cafetera eléctrica y una batidora eléctrica.
Un día se quejó: “hay tantos electrodomésticos que ya no queda lugar para sentarse.”
Entonces le compré una silla eléctrica.

La última pelea fue culpa mía.
Mi mujer preguntó: “Qué hay en la tele?
Y yo dije: “Bastante polvo.”

El matrimonio es la causa número uno de divorcio.
Estadísticamente, el 100 por ciento de los divorcios comienza con un matrimonio.

Sabes, querida: cuando hablas me recuerdas al mar.
¡Qué lindo, mi amor! No sabía que te impresiono tanto.
¡No me impresionas… me mareas!

El marido le pregunta a su mujer:
Querida, ¿cuando me muera vas a llorar mucho?
Claro, sabes que lloro por cualquier tontería…

Una pareja está en un restaurante.
Ella le dice a él: Mira, el joven de la corbata roja me está sonriendo.
¡Bah! La primera vez que te vi, yo también me moría de la risa.

Un borracho se acerca a un parquímetro, pone una moneda y se queda mirando el medidor.
«¡La pucha! -dice-. ¡Ahora resulta que peso media hora!»”

Me gusta hacer chistes sobre mi familia. En especial, sobre los parientes de mi mujer.
Mi cuñado, por ejemplo, está en todas. La vez pasada se le rompió una canilla, y el idiota -que está en todas- nos aseguró que en cinco minutos la arreglaba.
Conectó la cañería con el tubo del gas. Ahora, cuando abro la canilla, sale soda.

Estoy casado con una mujer mucho más joven que yo. Cuando me preparaba para la boda, mi hermano mayor me hizo una severa advertencia:
«Mirá -me dijo- que prácticamente la doblas en edad. Pensalo bien. Una chica tan joven no es para vos. Puede haber un desenlace fatal».
Yo lo pensé y al final me decidí: Y bueno, yo me caso. Si ella se muere, mala suerte».

Contratapa

Al Indio, con amor
(Por Juan Pablo Trombetta)

En esta misma página he publicado hace unos años una saga futbolera que abordaba desde el recuerdo de picados de la infancia en el predio de la ex Peniteciaría de Las Heras, en Palermo, hasta la primera ida a la cancha (a la Bombonera) de la mano de mi viejo, pasando por la final Argentina-Holanda en el ´78 y otros muchos recuerdos siempre relacionados con la de cuero (incluso uno de esos relatos se llamó La Pecosa, en homenaje al día en que recibí de regalo, en mi cumpleaños número doce, la inolvidable pelota a gajos blancos y negros). Claro, si cuento los innumerables partidos jugados hasta hoy, pasados los cincuenta, con achaques y recuperación de lenta a lentísima, más los partidos «sufridos» como bostero de ley, más las alegrías infinitas del eterno Diego, los temas podrían no agotarse nunca bajo el riesgo evidente de aburrir sin piedad a los ajenos a la historia. Pero bueno, cuando uno escribe (al menos es mi caso) suele ser terriblemente egoísta porque escribe sobre aquello que lo conmueve, que lo moviliza, por ejemplo durante un paseo con los perros al borde de la playa con el viento sur, helado, golpeando las espaldas mientras murmuramos, bosquejamos, una historia como ésta, no una ficción sino un recuerdo vivo, latente, más allá de que hayan pasado casi treinta años.
Como mis archivos son desprolijos y mi memoria empieza a ser confusa, no recuerdo con exactitud cuántos y cuáles de los relatos futboleros ya he publicado. Entre los partidos jugados informal o formalmente a lo largo del tiempo, de manera inevitable los que más vivamente recuerdo, los más conmovedores para mí, son aquellos que implican alguna remontada heroica, un triunfo agónico e incluso alguna dignísima derrota con un equipo formado por amigos; como diría el inefable Alejandro Dolina, nada más lindo que compartir la alegría del triunfo con aquellos que uno quiere y, si toca perder, que mejor que compartir la tristeza con los amigos.
Por otro lado debo decir que me sitúo muy lejos de aquellos hinchas que proclaman su «paladar negro», algo que suele venir acompañado de algo así como de un corazón apenas tibio, para no decir simplemente pecho frío; es así que cualquier triunfo holgado o con baile, si es que lo hubo, no dejó huella en mi memoria. Sí por supuesto, los dos casos que quiero recordar aquí. Y más que nada el segundo de ellos.
El primero de los partidos correspondía a los torneos de la UBA, en la Ciudad Universitaria de Núñez; nuestro equipo, denominado Fatiga, era en realidad una banda de rejuntados de distintas facultades y diverso talento, por lo general de mediano para abajo. Aquel día debíamos jugar un desempate para pasar de ronda o quedar en el camino. Hacía frío, lloviznaba o creo recordar que lloviznaba, esto último puede ser que surja de mis ganas de pintar de ese modo aquella mañana de domingo. Algo es seguro: era invierno, era domingo tempranísimo (ocho, a lo sumo nueve de la mañana) y hacía muchísimo frío. Nuestra indumentaria era algo parecido al amarillo ya que cada uno llevaba la remera más o menos amarilla que tenía a mano, con los pantalones y las medias de todos los colores posibles. Un verdadero rejunte en todos los aspectos. Eso sí, éramos amigos, no traíamos a esos cracks que suelen aparecer en el entorno de algún miembro del equipo, como sí hacían muchos otros, que terminaban jugando con una selección de desconocidos hasta disolverse precisamente porque había desaparecido lo convocante: la amistad. Ellos, si no ganaban, se iban. Nosotros estábamos fortalecidos y templados en mil derrotas. Bueno, al punto. Nuestro back central, el mejor por lejos de nosotros, estaba enyesado. El «cinco», jugador regular, aguerrido, fundamental, suspendido. El «ocho», estratega, buena pegada, medio vago, desgarrado. Por si fuera poco el «diez», el que nos quedaba con una pizca de creatividad, tenía casi cuarenta de fiebre y había ido con la intención de sumarse a los tres anteriores y formar la ruidosa hinchada, que se completaba con don Oscar, el padre de nuestro arquero. Claro que el «diez» tuvo que jugar igual porque ni siquiera con él llegabamos a los once. Es decir, incluido el «diez» y su fiebre, sumábamos precisamente diez. Los otros tenían como seis suplentes, DT y cerca de veinte hinchas, además de indumentaria prolijita y completísima con números coquetos y todo. Ellos notaron de inmediato nuestra calamitosa situación. Para colmo, como ya nos habíamos cruzado, sabían muy bien que los tres mejores de los nuestros miraban de afuera. Y que no había gran recambio. Eso sí, sobraba entusiasmo. A mis 23 años salía a correr habitualmente, tenía un buen estado físico y les prometí a mis compañeros que correría por dos; no estaba para lujos pero meter iba a meter. Empezó el partido. Antes de los cinco minutos salté a cabecear, choqué, caí mal y sentí un crack en la clavícula. No podía mover el brazo derecho. Con el brazo a 90 grados me agarré fuerte la cadera izquierda y seguí. No era una situación prometedora. A los pocos minutos, gol de ellos. Y otro más. Perdíamos 2 a 0, éramos diez, uno volaba de fiebre y yo tenía la clavícula rota. Alguien me dijo que era un riesgo seguir jugando en ese estado, que era muy peligroso, que las consecuencias podían ser... Lo fulminé con la mirada y no habló más. Cuando terminaba el primer tiempo el querido Marito, un grandote torpe y lento como una carreta, metió un zapatazo y nos pusimos 1-2. Ahí nos empezamos a putear, a arengar a grito pelado. Ya en el segundo tiempo notamos que los rivales estaban algo confundidos; eran once, hacían cambios, tenían hinchada, pero nosotros habíamos empezado a correr como poseídos y ellos no lograban liquidar el partido. Faltando tres o cuatro minutos Marito embocó un cabezazo y 2 a 2. Ya era hazaña. Ellos no lo podían creer. Nosotros tampoco. Se cumplía el tiempo y había que jugar alargue. De pronto sale un largo pelotazo para el bueno de Marito, que corría como en cámara lenta; no sé cómo pero llegó, con sus limitaciones dominó la pelota y cuando salía el arquero se la cruzó y... ¡Gol! ¡¡Gool!! ¡¡¡Goool!!! ¡¡¡¡Goooo!!!!
Terminó el partido. Nos abrazamos, gritamos, lloramos. Fue absolutamente inolvidable. No recuerdo ni remotamente qué pasó con nosotros en la otra ronda, seguramente nada. Sí recuerdo que me querían llevar rápido al hospital y sólo pedí que me dejaran festejar un rato más, compartir unas cervezas con los muchachos. Después sí. Claudio (el back enyesado) y el Negro (el «cinco» suspendido) me llevaron al Fernández. Me pusieron un clavo y un yeso de ésos que envuelven todo el torso menos el brazo sano. No me importó nada y por suerte no quedó ninguna secuela.

Y ahora el segundo. El segundo caso que quiero compartir y que en verdad es el «padre» o la «madre» del primero. También era un domingo a la mañana, que debe ser el horario estipulado para los equipos del montón, o directamente del furgón de cola. Esta vez en el ámbito del torneo de ex alumnos del Colegio Guadalupe, en Palermo Viejo (bueno, en mi época era Palermo Viejo, ahora, con los rebautismos del estilo Soho, Hollywood, Villa Freud y no se cuántas huevadas más, logran confundir). Bien temprano me llamó Claudio, sí, el mismo back enyesado del torneo de la UBA, para decirme que necesitábamos gente porque no llegábamos a los siete reglamentarios de la cancha del patio del colegio. Él conseguía un «colado», un pibe de 19 ó 20 que no descollaba pero sumaba. Así y todo, por razones diversas, reuníamos sólo cinco. Faltaban dos. Llamé a mi hermano mayor, que había pasado los treinta y hacía mucho que no jugaba. Se prendió en el acto. Quedamos en seis. Los rivales eran uno o dos años menores que nosotros. Un buen equipo. Arrancamos entonces seis contra siete y, para colmo de los colmos, a los diez minutos nuestra estrella ofensiva y goleador, un seminarista que colgó justo antes de ordenarse, le dio un bruto patadón a un defensor de ellos y el árbitro no tuvo más remedio que expulsarlo. Fue ahí. Ahí mismo empezó mi hermano con sus gritos-puteadas-arengas. Yo siempre supe que era un tipo aguerrido, que los amigos le decían El Indio, que le sobraban coraje y corazón, que sin la menor duda era la única excepción que yo conocía a la regla de los gallinas, porque debo decirlo, admitirlo, confesarlo, mi hermano mayor, mi ídolo de la infancia y del resto de la vida (jodete, algún día lo iba a publicar) es hincha de River y yo salí furioso bostero; pero en los asuntos de la garra, de luchar por lo que parece imposible, de reponerse de los golpes, de levantarse una y otra vez, de la sana tosudez, de no darse por vencido ni aún vencido, de empujar, apoyar, arengar y alentar siempre en positivo, jamás con el reproche o la intimidación, en eso, decía, mi hermano Rómulo supera, desde su origen de supuesto gallina, al más bostero de los bosteros que yo pueda conocer. ¡Y cómo empuja! Porque no bien echaron al frustrado futuro cura nos metieron un gol. Cinco contra siete, 0-1. La pelota no había terminado de tocar la red cuando él, al avizorar los primeros brazos en jarra, las primeras miradas perdidas en el piso, hizo temblar el patio con su vozarrón desatado rebotando entre las paredes: ¡pendejos, pónganse a correr la reputísima...! El efecto fue inmediato y nadie, con él a la cabeza, paró de correr por un solo segundo desde aquel momento. Debo aclarar que pese a su fiereza mi hermano no era un jugador torpe, ya que aunque distaba de ser un exquisito dominaba bastante bien la pelota, pero claro, la fuerza que ponía lo hacía aparecer como más rústico de lo que en verdad era. Todavía en el primer tiempo mi hermano arremetió en un centro y con un cabezazo empató. Un delirio. Pero como ocurre tantas veces lo sublime suele ser efímero, de modo que no llegamos a reponernos del festejo que ellos sacaron del medio y con un bombazo al águlo clavaron el 2-1. Uno de los nuestros, que todavía no había captado la esencia bestial de Rómulo, amagó con bajar los brazos y allí renacieron los gritos, con ese vozarrón que tronaba en el patio del Colegio Guadalupe y a mí no sólo me contagiaba sino que, fundamentalmente, me llenaba de orgullo: «¡Ése es mi hermano!», me decía para adentro.
El primer tiempo terminó 2-1 pero estaba claro que no nos rendiríamos fácilmente. Cada uno de nosotros corría por dos, o por tres, y ya todos gritábamos, todos puteábamos, todos nos alentábamos; incluso el más pachorra de repente se llenó de enjundia y parecía una fiera al acecho corriendo y gritando sin parar.
El segundo tiempo ellos, los «otros», empezaron a padecerlo ante la imposibilidad de rematarnos y, por el contrario, se sintieron casi absurdamente superados por cinco adversarios de condiciones limitadas pero con una determinación inclaudicable. Por si fuera poco otra vez mi hermano entró al área heho una tromba y empató. Locura total. Como habíamos aprendido la lección, esta vez cuando sacaron del medio no nos sorprendieron. Y seguimos buscando. Hasta que revoleé como pude un centro al área y sí, por supuesto, otra vez mi hermano, como si toda su vida hubiera jugado de delantero de punta y no de defensor, estampó un cabezazo o un zapatazo, no logro recordarlo bien porque todo se nubla, se vuelve confuso por la emoción, por aquel abrazo tembloroso de 1982 y este nudo en la garganta del 2011 que apenas me permite seguir apretando las teclas mientras una gotas gruesas se agolpan en los ojos y piden permiso para salir de una buena vez, para saltar al teclado, para decir por qué empecé por el relato anterior, por el partido de Fatiga que fue después, en el ´83; porque cuando cai y vi que no podía mover el brazo me acordé de mi hermano, de su vozarrón, del inolvidable domingo en que me hizo rabiar de orgullo, me hizo entender muchas cosas, muchísimas cosas más allá y más acá del fútbol. Eso sí, después me hubiera dicho: «Nene, guarda con el brazo».

Correo de lectores

Señores de El Chasqui

Por la presente me quiero dirigir a ustedes en mi carácter de propietario en Mar Azul; leo el periódico El Chasqui. Hoy lunes 22 de agosto hablaron (en la radio) de la instalación de un balneario en Gesell que ocasiona grandes polémicas en las que no pretendo participar directamente, pero ya que se habla tanto del impacto ambiental yo como vecino de Mar Azul me preocuparía más por la gran suciedad de las playas (¿esperarán un tsunami que las limpie?), de las veredas de esa zona con todo tipo de mugre, ni hablar del entorno al camping en verano, las construcciones encubiertas que se hacen en lotes unifamiliares, el acceso imposible a las playas para la gente mayor sin ni siquiera un camino de deck, el corte de la Avenida Mar Azul entre 35/37 por el camping... ¿por qué? Hoy antes de pegar la vuelta hacia Buenos Aires me quise sacar las dudas y pasé a ver el balneario en cuestión y la verdad que no me parece algo tan trágico, porque si de Gesell me dejaran opinar desde ya les diría que se preocupen más por mejorar esa ciudad que parece abandonada, totalmente insegura, antigua y sucia. Para terminar creo que no hay que espantar a los inversores, simplemente reglas claras para todos (sin política), como yo tuve que aceptar al construir mi casa en Mar Azul, ojalá las playas de Mar Azul  se modernicen sin caer en lo tradicional, pero con canchas de voley, bares donde comprar una gaseosa y si no es mucha modernidad baños y accesos con deck para todos ¿o acaso no viven del turismo?
 
Carlos Manfra
16101141

El tema Malvinas

Srs. de El Chasqui

Muchas veces los avances legislativos, por amplios o difusos, tanto pecan de exagerados que actúan como el famoso árbol que no deja ver al bosque. Curiosamente son apoyados por todo el mundo. En primera instancia y sin análisis, claro. Fito Paez y Biolcati han levantado tanta polvareda (sólo por decir su opinión como se les dio la gana, a lo cual tienen derecho) que no sería extraño que terminaran incursos en la ley de discriminación. Cuya amplitud, en mi caso, por ahí y por las dudas, me impidió definitivamente ir a la cancha contra Boca o Atlanta no fuera que los cántitos se me escaparan. También, oportunamente, me impidió buscar una secretaria morocha de ojos oscuros como me gustan. No fuera a ser que a alguna rubia, castaña o pelirroja, se le diera por denunciarme… encima también debía abortar la verdadera y obvia intención -a corto o largo plazo hay que saber esperar- por el tema de otra ley excesiva: la de Acoso. No sé muy bien por qué tanto introito. Tal vez esté vinculado por una ley faltante sobre un derecho humano fundamental como es el de la vivienda; quizá sólo haya sido para ablandar la dureza del tema Malvinas tan bien encarado desde distintas aristas (¿¡cuántas habrá?!) en las diferentes cartas de lectores que publicaron en su medio; o por la íntima certeza de que los que pusieron todo en Las Islas sufren una discriminación tan profunda, real, palpable, que se la puede confundir con el peor de los repudios. Encima, desde la nada, los tratan de héroes…
Como a El Chasqui le correspondió manejar los piolines, cuenten con El Mar para el aporte y de ser necesario de mi tiempo como integrante de la comisión que exista.

Horacio Taranco

Malvinas II

Señor director:

Por suerte esta vez no escribo a causa de alguna tristeza por la conservación de las mascotas sino porque¡estoy contenta! También orgullosa y no es para menos. El Chasqui, a través de algún lector inicialmente, encabeza una patriada realmente justa, acertada, conmovedora, a la cual adhiero fervorosamente. Además de la colaboración dineraria en este voluntario impuesto, cada vez que ande por mi sitio adoptado, trataré, igual que Jorge, de participar, de colaborar con alguna idea. En este mismo momento algo se me ocurre. En consonancia con la idea de la carencia de firma de la carta inicial, y en la certeza de que el proyecto al consumarse se transformará en noticia nacional, sugiero que quienes aparezcan ante los medios se limiten a presentarse con el nombre de pila. Que siempre el apellido sea Mar de las Pampas, Las Gaviotas o Mar Azul.

Sandra Domínguez

Sr. Director

Soy vecino de Mar de las Pampas, hace mucho tiempo que venimos y no hace un año que construimos nuestra casa y desde entonces no paramos de tener robos; ya van cuatro robos y sinceramente quisiera venderla y buscar otros lugares pero las mujeres de la familia dicen que esperemos un poco. Estoy cansado, vengo de Capital con todo los sistemas de seguridad (alarma, cámaras, guardias, etc.) y en este lugar se está llegando a lo mismo. HAGAN ALGO. NO QUEREMOS IRNOS, les pedimos a los señores políticos, porque se va a ir mucha gente del lugar y no habrá trabajo para todos los que viven de los turistas. Espero que se tome este reclamo y se haga algo. Gracias y disculpen por el desahogo

gdalfa66@yahoo.com.ar

Señor director

Hace unos años compramos un terreno en Mar de las Pampas, nos lo vendió el Sr. Vazquez. El principio de la ciudad «slow» nos encantó y descubrimos a través de El Chasqui, la forma genuina e inteligente de vida del lugar.
Hace tiempo que pensamos en contactar el diario pero nuestras idas a la Argentina son esporádicas, sólo dos veces al año; vivimos en Suiza, yo soy argentina, mi marido belga. Trabajo actualmente en Ginebra, en la Facultad de Letras y me gustaría proponer a la redacción algún artículo quizá sobre la identidad, o sobre la universalidad de algunos autores argentinos, o un análisis de alguna obra, o cualquier otro tema relacionado con mi campo de trabajo. Espero que la propuesta sea de su agrado y quedo a disposición para cualquier pregunta que quieran hacerme.
Sería un gusto para mí colaborar con El Chasqui.

Un cordial saludo

Patricia Larrús

Un requiem para La Negra

No le conocíamos casi la voz. Le sabíamos de sobra la ternura, eso sí. Cada quién le puso el nombre que más le gustó: La Negra, dada su color; Tristona, como la bautizó el pescador a quien le montaba guardia al pie de la caña; Playa como la llamamos nosotros, porque allí la conocimos y allí trabó amistad con nuestra Lola. Ella se dejaba llamar. Le dabas algo para comer, le rascabas un poco la panza y jamás te olvidaba. No pedía más. No pedía nada. Podías faltar de Mar de las Pampas un mes, dos, tres. Cuando volvías, allí te esperaba siempre La Negra, Playa, Tristona, siempre a los saltos a tu alrededor, en una bienvenida atropellada que apenas si podía contener a su corpachón cálido, a su aliento tibio, a sus ojos buenos.
La Negra era, además, baqueana de Mar de las Pampas: conocía las casas y sus gentes, los atajos y las sendas por donde llegar más rápido, los pozos de agua fresca que nacían después de las lluvias. El desalmado que la mató, a quien Dios no dé descanso, jamás, lo hizo al volante de una 4x4 y en plena playa. La asesinó haciendo algo que no debía: circular por la arena con un vehículo. Mató a La Negra con el temple firme de esa moral perversa y canallesca que vemos practicar tan a menudo: las cosas que están mal, lo están menos cuando las hago yo, que soy un buen tipo, divertido y no jodo a nadie. Y el tipo debe haber andado bien fuerte al volante de su 4x4, porque hacía falta mucha potencia para apagar a un corazón tan noble. El criminal hizo algo peor todavía, lógico y esperable en alguien como él, pero peor de lo que ya había hecho: escapó. Y dejó a La Negra en plena agonía, sin entender qué le había pasado, ni por qué, ni cómo era que de golpe hacía tanto frío, ni cómo se le iba de las patas una vida tan rica, tan alegre, tan limpia, tan distinta a la de su matador. Si es cierto lo que nos dijeron cuando chicos, y algo de lo que nos dijeron cuando chicos tiene que ser verdad, Dios tiene un patio enorme y celeste para los buenos perros. Si es así, por allí anda La Negra, Playa, Tristona, panza arriba, lengua colorada, sonrisa abierta, esperando un mimo, una rascada, una palmadita. A nosotros, diría Borges, sólo nos queda el goce de estar tristes. Y la dolorosa alegría de recordarla, de recuperarla apenas, y a penas, en los relatos breves que reconstruyen sus andanzas, en los ladridos sin dueño que en las noches evocan el suyo, en las muchas fotos atesoradas de los buenos momentos que nos regaló su alma generosa.
Negra querida, perrita hermana, ojalá puedas perdonarnos.

Alberto Amato

Urbanismo y construcción

¿Porque no se quiere entender?

Considero que ésta es una pregunta válida para hacer a las autoridades encargadas del cuidado de nuestro lugar, como así también a cada uno de nosotros.
Tengamos en cuenta nuestras obligaciones como ciudadanos, no sólo nuestros derechos y actuemos en consecuencia.
Con sólo hacer una rápida recorrida por internet, averiguando sobre los antecedentes costeros en otros lugares del mundo, los errores gubernamentales llevados a cabo y el intento de soluciones posteriores, en algunos casos con daños irreversibles… nos basta para imaginar un futuro predecible, con escasa sustentabilidad.
¿Cuál es el grado de compromiso que debemos tener como ciudadanos frente a esto?
Todavía estamos a tiempo….
A continuación transcribo informe del Prof. Norberto Ovando: Las regiones costeras se encuentran ecológicamente en un estado realmente alarmante en todo el mundo. Los dos motivos más importantes son: El crecimiento explosivo de las ciudades y el auge masivo del turismo en esas áreas.
Las dunas litorales
Una duna es una acumulación de arena provocada por la acción del viento y forman un ecosistema de gran interés. Las dunas litorales son simplemente la continuación de las playas tierra adentro, es decir, constituyen la mayor parte de la zona emergida de las playas y uno de los principales bienes característicos del dominio público marítimo-terrestre. 
Las costas, deberían considerarse como  suelos de valor especial, por lo tanto digno de protección,  donde no se debería permitir la urbanización.
Destrucción de las dunas
Está comprobado que los complejos urbanos y turísticos y la extracción de arena son  actividades, que mal manejadas llevan a la eliminación total o parcial de las dunas costeras, de su flora y su fauna. La densidad de población que habita en las costas, más los millones de turistas que visitan las playas cada año, han promovido la creación de urbanizaciones, centros comerciales y en algunos casos carreteras, además de la obligada extracción de arena para la construcción. El desarrollo urbano de las costas se ha incrementado de forma notable en los últimos decenios. 
En el mundo la excesiva y descontrolada urbanización sobre todo en las costas ha supuesto la desaparición de los frenos naturales como son las dunas, los manglares y la vegetación propia de la zona, frenos naturales que han sido sustituidos por el cemento.
Sabemos también, que las dunas no son insensibles al efecto de los vehículos y los caminantes que circulan y pasean por las mismas. Estas actividades resultan muy atractivas, pero producen un fuerte impacto ambiental: compactan la arena y destruyen las plantas.
Protección del ambiente
En la actualidad la protección del medio ambiente ha pasado a un primer plano en una sociedad como la nuestra debido a que después de abordar el proceso de industrialización y urbanización padece la destrucción del medio natural en el campo, la ciudad y la costa.
Los gobiernos y la sociedad deben lograr el establecimiento de modelos de convivencia en los que la sostenibilidad y la justicia social sean columnas fundamentales. Para ello es preciso tener presente dos cuestiones:
1. La revalorización del principio de la «calidad de vida» frente al del «nivel de vida»
2. Que el mundo jurídico intente disciplinar las relaciones sociales en función de los cambios ambientales.
El medio ambiente ha pasado de ser un bien libre y gratuito sujeto a un abuso permanente a tener la consideración de bien digno de ser tutelado jurídicamente por la constante degradación del mismo.
Efectos
Uno de los efectos de la urbanización del que no se tiene real conciencia es de la pérdida de la biodiversidad local, ya que el avance urbano irrumpe en las fronteras naturales, impidiendo así el desarrollo de comunidades biológicas naturales.
Antes de formular una herramienta jurídica, como puede ser una Ordenanza, se deben conocer los aspectos biológicos, ecológicos, geomorfológicos y el valor ecosistémico de la zona dunar. Una vez que se toma conciencia del valor ecológico y ambiental  que presenta el sistema de dunas se podrá construir el punto de partida indispensable para el diseño de políticas de conservación.
El ecosistema costero brinda servicios ambientales esenciales como la protección de la costa  frente a los procesos de erosión marina y la provisión de agua potable para consumo humano ya que mantiene la recarga de los acuíferos provenientes del agua de lluvia.
Por eso es imprescindible garantizar su persistencia y calidad, evitando la contaminación o alteración de la zona dunícola.
Constitución de la Provincia de Buenos Aires
Art. 28 – Los habitantes de la provincia tienen el derecho a gozar de un ambiente sano y el deber de conservarlo y protegerlo en su provecho y en el de las generaciones futuras… con el fin de asegurar una gestión ambientalmente adecuada.
En materia ecológica deberá preservar, recuperar y conservar los recursos naturales, renovables y no renovables del territorio de la provincia; planificar el aprovechamiento racional de los mismos; controlar el impacto ambiental de todas las actividades que perjudiquen al ecosistema; promover acciones que eviten la contaminación del aire, agua y suelo; …y garantizar el derecho a solicitar y recibir la adecuada información y a participar en la defensa del ambiente, de los recursos naturales y culturales.
Asimismo, asegurará políticas de conservación y recuperación de la calidad del agua, aire y suelo compatible con la exigencia de mantener su integridad física y su capacidad productiva, y el resguardo de áreas de importancia ecológica, de la flora y la fauna.
Toda persona física o jurídica cuya acción u omisión pueda degradar el ambiente está obligada a tomar todas las precauciones para evitarlo.
Conservar la costa
Es necesario contar con herramientas jurídicas que defiendan y conserven el ambiente costero-marino de nuestro litoral Atlántico.El presidente del bloque de diputados radicales, Ricardo Jano, presentó en la legislatura bonaerense un proyecto de Ley para declarar de interés provincial, el paisaje protegido y el desarrollo ecoturístico de Mar de las Pampas, Las Gaviotas y mar Azul y la nueva zonificación denominada Colonia Marina. 
El principal motivo de esta iniciativa es poner en valor el paisaje costero, su fauna y flora nativa, conservar el ecosistema dunícola, detener el avance de las construcciones sobre los médanos costeros, la extracción de arena y detener los procesos erosivos y la progresiva eliminación de la playa.
El gobierno español, en su Documento sobre «DIRECTRICES PARA EL TRATAMIENTO DEL BORDE COSTERO» asevera que, «Es fundamental proteger la franja litoral de las fuertes demandas a las que se ve sometida, toda vez que se trata de un espacio caracterizado fundamentalmente por su alta sensibilidad y por presentar una difícil recuperación de su equilibrio físico. Por ello se hace preciso atender el borde costero o litoral, acondicionándolo de modo que sirva de barrera a la expansión urbanística, protegiendo los espacios públicos litorales y rehabilitando aquellos bordes especialmente degradados». Se pueden comunicar con las Asambleas en Defensa del Medio Ambiente Costero en Argentina: endefensadelmedanocostero@gmail.com, asambleapinamar@hotmail.com
Conclusión
Reducir al mínimo la artificialización de las costas y limitar el espacio de dominio público marítimo terrestre ocupado por construcciones.
Todos los ecosistemas dunícolas debieran ser designadas como reservas naturales ya que son áreas de importantes recursos que deben ser preservadas y conservadas en su condición actual o restauradas a su condición natural.
Se deben aplicar estrategias eficaces para la gestión de las zonas costeras, las cuales deben considerar los sistemas como dinámicos e integrados con el fin de controlar su calidad ambiental.
Si se eliminan las dunas, los habitantes de las zonas costeras ignoran que vivirán en sitios de riesgo.
«No sólo somos responsables de su devastación, sino los únicos que podemos ponerle freno»
Imágenes: «Zona de dunas costeras de Villa Gesell , «Dunas costeras a la altura de la calle 310 de Villa Gesell – Fotos de Asamblea Villa Gesell
* Presidente / Asociación Amigos de los Parques Nacionales – AAPN -
Experto Comisión Mundial de Áreas Protegidas – WCPA – de la UICN.
Red Latinoamericana de Áreas Protegidas – RELAP

Fuente:
NoticiasOutdoor.com No a la devastación de las Dunas Costeras
Under Creative Commons License: Attribution Non-Commercial Share Alike

Arq. Carlos A. Schifano

Información local

Noticias de la SoFo

Merienda en Mar Azul. El último domingo de agosto, la Sofo estuvo nuevamente en el Centro Cultural de Mar Azul, colaborando en las actividades para los chicos de la zona, incluyendo juegos y la merienda, que, esta vez, consistió en chocolate, torta y golosinas. Los chicos quedaron muy contentos, se «comieron todo» y quienes asistimos a ese encuentro sentimos el disfrute que significa ser partícipes de un momento tan especial. Recordamos que el Centro Cultural (calle 45, entre Miramar y Necochea, Mar Azul) requiere la colaboración de todos y todo lo que sea útil para equipar al mismo y para uso de los chicos, es bienvenido y convocamos a vecinos y propietarios de complejos a donar equipamiento, mobiliario, juegos, libros, etc., que, siendo usables todavía, se descarten por renovación.

Corralón. Queremos agradecer al Sr. Gerardo Gutiérrez y al personal a su cargo, perteneciente al Corralón Municipal, por el trabajo realizado en la Fracción 51 (reserva forestal), que consistió en la colocación de una barrera para impedir el paso de vehículos, protegiendo de esta manera la integridad del lugar y ayudando a su conservación.

Seguridad. El 1 de setiembre pasado, los vecinos de Mar de las Pampas y Mar Azul, se reunieron frente a La Pinocha (Centro Comercial) para manifestar, una vez más, su preocupación por los reiterados hechos delictivos ocurridos en las localidades del sur del Partido. Asistieron al encuentro unas 50 personas, quienes se comprometieron a reunir información para efectuar un reclamo formal a las autoridades policiales. Esta situación nos preocupa, pues mientras este tema de la seguridad no se resuelva, planes de acción como la atracción del turismo fuera de la temporada de verano y la realización de actividades con ese fin, sólo serán una expresión de voluntarismo, pues todos sabemos que «turista asustado, turista que no viene más».
Recordamos que frente a cualquier situación de carácter delictivo, se debe llamar de inmediato a los teléfonos 911, 103 o al Destacamento Policial de Mar de las Pampas (46-8901) y concurrir al mismo para efectuar la denuncia correspondiente.

Cemento en la playa. Otra noticia poco grata: volvió el cemento a la playa. En Villa Gesell, en las calles 112 y 123 y playa, comenzó la construcción de dos balnearios, donde el cemento «brilla en todo su esplendor». Sobre una de estas obras, la Justicia dictó una medida cautelar y la construcción se paralizó.
Queremos destacar la labor de los integrantes de la Asamblea Ciudadana de Villa Gesell en Defensa del Médano Costero, por su rápido accionar frente a estas construcciones, a otras instituciones que apoyaron esta tarea y a los particulares que iniciaron las acciones legales correspondientes. La Sofo se adhiere totalmente a este proceder, considerando que si destruimos la playa perderemos uno de los principales atractivos turísticos de nuestra zona.

Convocatoria. El próximo mes de noviembre (por razones administrativas, esta reunión prevista para octubre se pospuso un mes), se llevará a cabo la elección de autoridades de nuestra Sociedad de Fomento, como indican las disposiciones vigentes al respecto. Próximamente, enviaremos a todos los asociados la información sobre este tema. Para cualquier información sobre el mismo, contactarse a través del correo electrónico de la Sofo.
Poda. Estamos en época de poda y arreglo de jardines. Si usted está realizando estas tareas y necesita que se retiren ramas y otros desechos propios de las mismas, solicite al Corralón Municipal, al teléfono 46-3531, el retiro de estos desechos de los espacios públicos. Recordamos también, que está prohibida la quema de este tipo de materiales, por la peligrosidad que esa práctica implica.

Normas de convivencia. Cumplir con las normas vigentes en nuestra localidad, es la mejor forma de gozar de las bellezas del lugar, preservarlo y practicar a pleno la buena convivencia. Entre las normas a recordar están las de respetar las velocidades máximas de circulación de vehículos, cumplir con las medidas existentes para la realización de fuegos, la prohibición de circular por la playa con vehículos, el adecuado tratamiento de los residuos, el respeto por el paisaje y el medio ambiente, entre otras. Informarse y cumplir con las disposiciones vigentes, es el secreto para disfrutar al máximo de nuestro lugar.
Blog. Nuestra Sociedad de Fomento utiliza para la difusión de su accionar y de otros temas de interés general el siguiente blog: sofomardelaspampas.blogspot.com
Lo invitamos a acercarse a nuestra institución, estableciendo contacto a través de nuestro correo electrónico:
sofomardelaspampas@gesell.com.ar

El pasado Viernes 2 de Septiembre, hemos asistido a la inauguración del parador turístico de Mar de las Pampas, sabiendo que asistiría la ministra de infraestructura, Sra. Cristina Alvarez Rodriguez. 
Nuestro objetivo fue únicamente hacerle entrega de la nota presentada el día 25-4-2011 ante la Municipalidad, la cual adjuntamos al presente mail.
La citada nota la  hemos podido entregar en mano a su secretaría, quien se comprometió entregarla a la ministra.

Mar de las Pampas, 25 de abril de 2011
Sr.Intendente, Municipalidad de Villa Gesell
Presente
De nuestra consideración:
Con  motivo de la iniciación de la obra correspondiente al Parador Turístico que la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires ofreció a nuestro Municipio, que se está construyendo en la intersección de las calles Mercedes Sosa y El Lucero, de Mar de las Pampas, nuestra Sociedad de Fomento quiere expresar algunas consideraciones referentes a este proyecto.
Este parador que, según información oficial, será destinado a brindar información turística, espacio de interacción, capacitación, eventos culturales, entre otros usos, se construirá en un espacio verde, contraviniendo expresas disposiciones actualmente vigentes, dado que, en el Código de Ordenamiento Urbano para Mar de las Pampas se expresa que: «Los espacios verdes previstos son de dominio y uso público que deberán ser mantenidos por los frentistas, integrados al espacio de circulación peatonal.
Además, la esquina mencionada pertenece a la zonificación C1P, para la cual, en las disposiciones particulares –item «c»-, el COU dice: «Espacio verde frente al lote: no se admitirá ningún tipo de construcción sobre el espacio verde, sólo se permitirá equipamiento recreativo (juegos infantiles), siendo atribución y responsabilidad del propietario el mantenimiento, cuidado y responsabilidad civil. Asimismo, deberá ser autorizado por la Secretaría de Planeamiento,

Obras y Servicios Públicos.
En oportunidad de la presentación de este proyecto, el Arq. Castellani, Secretario de Planeamiento, Obras y Servicios Públicos del Municipio, expresó que si bien se utilizaría un espacio verde para esta obra, esto era, ni más ni menos, que copiar un criterio que suelen utilizar los particulares, al extender sus propiedades a esos espacios…
Esta declaración nos pareció carente de todo principio ligado con el orden y el respeto por la ley que debe existir en toda comunidad organizada y coloca a la Municipalidad como defensora de un criterio basado en utilizar las prácticas prohibidas legalmente en vez de corregirlas.
Comprobamos que este proyecto es otro hecho consumado con criterios donde el diálogo y la comunicación con los vecinos de Mar de las Pampas ha estado ausente.
La obra mencionada afecta los intereses de comerciantes que tienen instalados sus locales en el lugar y que se verán perjudicados al quedar los mismos ocultos tras la construcción del parador. También afectará el paisaje, la imagen y la identidad de Mar de las Pampas.
Es nuestro interés dejar perfectamente aclarado que no nos oponemos a esta obra ni a sus usos posibles, sino a su implantación en un lugar prohibido.
Seguimos convencidos de que el diálogo previo es la herramienta más efectiva para, como en estos casos, realizar obras que sean de utilidad para todos y que respetar la ley es la única forma de poder convivir civilizadamente.
Quedando a disposición del Sr.Intendente para ampliar la información precedente, a los fines de seguir colaborando para que Mar de las Pampas siga siendo el lugar que todos los que aquí vivimos soñamos y deseamos, le enviamos un cordial saludo.

Comisión Directiva
Sociedad de Fomento de Mar de las Pampas

Gacetillas

Cemento en la playa

El 21 de agosto, la Asamblea Ciudadana Villa Gesell «En Defensa del Médano Costero»  se convocó en 123 y Playa para manifestar la disconformidad de la ciudadanía con la construcción de balnearios de cemento en la playa. En flagrante desafío a lo resuelto por el Consejo Deliberante, los ciudadanos de Villa Gesell, dispuestos a combatir las fechorías de los que se sienten impunes, se reunieron en sesión abierta a partir de las 10:30 hs. Fueron llegando los vecinos, inicialmente unos cuarenta, que desafiaron el frío y pudimos comprobar el avance del mar que llegó hasta las nuevas construcciones. Siguieron  incorporándose más vecinos, todo el tiempo. Quizás 70. Entre ellos estaban varios concesionarios de balnearios, turistas, asambleístas, y  políticos, como el pre-candidato a concejal, F.Brunet, por la interna del FpV, J. Martínez Salas, candidato ganador del UDESO, F. Araujo de Nuevo Encuentro y R. Papoff de Proyecto Sur. Los obreros, aun siendo feriado largo, estando prohibido realizar construcciones, seguían con su trabajo, eran doce albañiles, sin casco, sin ropa adecuada. Realizamos una Asamblea que se instaló en sesión abierta. Fue una asamblea ciudadana atípica. Hacia las 12:30 hs. luego de varios llamados al 911, realizados por los asambleístas, se presentó un patrullero que hizo detener la obra. Luego vinieron dos móviles más. Llegó el propietario, un tal Vicente Martone, de la construcción ilegal y hubo discusión con los vecinos que le exigían que acatara la medida cautelar del Juez Escobar. Se convino que se trasladaran a la sede policial el propietario y alguien de la asamblea, para realizar un acta y que se notifique de la cautelar al propietario. Se nombró a Jorge Martínez Salas como representante, ya que es concejal de TODOS LOS VECINOS.
La construcción de balneario se detuvo!!
 
Asamblea Ciudadana de Villa Gesell en defensa del médano costero
endefensadelmedanocostero@gmail.com
www.endefensadelmedano.com.ar


Pedido de terreno

El Centro Cultural Mar Azul informa que el pasado viernes 26 de agosto se presentó al Honorable Concejo Deliberante de la ciudad de Villa Gesell un pedido formal de COMODATO (préstamo del terreno de la Manzana 393, en Mar Azul, por 10 años), ingresado con el número de expediente 9241/11. 
El Centro Cultural Mar Azul es una Asociación Civil sin fines de lucro, con matrícula nº 35634, que lleva cuatro años (y los últimos con el aval de la personería jurídica) realizando actividades y mejoras edilicias en la manzana de Calle Miramar entre 45 y 46, Mar Azul.
Adjuntamos el texto completo del pedido de comodato e invitamos a instituciones y particulares que deseen apoyar nuestro pedido que se comuniquen con nosotros a:
contacto@ccmarazul.com.ar
o a los teléfonos 45-8241 (Fernanda), 47-5709 (María) 02255 15 40 45 27 (Daniela).
Gracias por el apoyo y la difusión.

(NdelaR: dada la extensión de la nota adjuntada, sugerimos a los interesados en leer el contenido completo conectarse con el correo o teléfonos antedichos).

Contrafestejo

Como todos los años en Villa Gesell, cada 12 de Octubre se realiza la ya histórica «Fiesta Nacional de la Raza en el Mar - Un encuentro de culturas». Un evento patrocinado por el Estado Municipal. Desde el espacio recuperado del Centro Cultural Mar Azul convocamos al Tercer Contrafestejo, un festival donde manifestamos a través de diferentes expresiones artísticas, talleres y charlas una búsqueda amplia de revalorización histórica de nuestros pueblos originarios y nuestros orígenes culturales; ya no por medio de la conquista y la opresión, sino por medio del respeto y la inclusión con una mirada critica sobre los procesos colonialistas cuyos efectos cruzan la realidad de todos los pueblos de América y el planeta Tierra.
El Contrafestejo no cuenta con apoyo oficial y tampoco lo desea, es una expresión autónoma de los y las artistas populares, un encuentro que invita a la reformulación del ser cultural, una construcción social que aporta a la diversificación de las miradas sobre la historia, un momento de libertad para la creación y la alegría que a pesar de los siglos de dominación eurocentrista y capitalista no nos han podido quitar. 
Los Contrafestejos son característicos de toda América Latina, en Argentina para esa fecha se organizan encuentros culturales y sociales en muchas localidades de provincias de nuestro país. Cada 11 de Octubre se celebra el último día de libertad de los pueblos originarios en América. Allí nos encontramos para reconocernos y repensarnos. Buscamos un cambio de paradigmas con alegría, creatividad y memoria.
El Centro Cultural Mar Azul invita a todos los y las artistas, personas y organizaciones a participar de este evento, tanto desde la manifestación artística, política y cultural, como desde la producción/organización del encuentro (se realizará los días 8 y 9 de Octubre) 
Comunicación/ Producción:
contacto@ccmarazul.com.ar
02255-45-8241  Fernanda
02255-15 40 45 27   Daniela
0223-15-600-1617  Lisandro
02255-47-5709   María

martes, 27 de septiembre de 2011

Cuento de Juan Forn

La muerte de un burgués

En 1981 yo trabajaba en Emecé, ya había sido ascendido de cadete a corrector de traducciones y era el más pichi de la sección: me tocaba corregir las traducciones de novelas románticas, el escalafón más bajo. Por encima estaban los policiales de Séptimo Círculo; por encima los bestsellers de Grandes Novelistas y por encima los pocos libros de calidad literaria que por entonces traducía Emecé. De esos libros se encargaba el jefe de la sección, un hombre asombrosamente culto, formal y discreto, cuyas secretas pasiones eran la filosofía (enseñaba Husserl en la facultad) y la música de Schoenberg. Éramos cuatro en la sección: él, dos chicas egresadas del Profesorado y yo. Nos sentábamos en una isla de escritorios enfrentados, rodeados de diccionarios, y sólo se podía hablar cuando él decidía hacer una pausa en su trabajo para ir a servirse un café. Pero cuando en uno de esos ratos libres me pescó leyendo el Doktor Faustus de Thomas Mann (en lugar de peinar la horrible novela romántica que me había asignado) se compadeció de mí y empezó a darme breves clases de música dodecafónica que me fueron decisivas para entender la simbología del libro (Mann había usado como modelo para su héroe a Schoenberg). Todo iba extraordinariamente bien entre nosotros hasta que llegó una traducción del alemán a nuestra sección. No era nada habitual que Emecé tradujera libros del alemán, y el único capaz de supervisar esas infrecuentes traducciones era él. El libro era un texto autobiográfico de un autor desconocido incluso para él (Fritz Zorn) y, aunque se llamaba Mars en lengua original (por Marte, el dios de la guerra), él prefirió titularlo La muerte de un burgués en castellano.
Por culpa de ese libro se acabaron las miniclases y la camaradería que había nacido entre él y yo. Nunca hubo tanto silencio en aquella sección como durante las semanas en que él estuvo corrigiendo ese libro. Daba miedo interrumpirlo, y daba casi el mismo miedo verlo compenetrado en aquel libro: de pronto levantaba los ojos y se quedaba mirando ciegamente a alguno de nosotros y daba alivio que no hubiera una ventana abierta cerca porque creo que se hubiera tirado ahí mismo, o hubiera tirado a alguna de las chicas o a mí. Nunca dijo una palabra sobre el libro, se tomó una semana de licencia cuando terminó y nosotros sentimos un secreto alivio de que se fuera sin decir nada, pero me consta que hizo un trabajo de orfebre con aquella traducción porque yo fui el encargado de llevarla a la imprenta y, como siempre fui un metido, me puse a leer las primeras páginas antes de ensobrarlas y no pude parar en todo el viaje en colectivo, que sólo me dio para los tremendos dos capítulos iniciales y para pispear el final, estremecedor. El libro se publicó sin pena ni gloria, ni siquiera llegó a mesas de saldo y nunca volví a saber de él hasta que hace una semana me lo encontré, reeditado por un sello español, con el título Bajo el signo de Marte y una faja que lo vende como obra maestra explosiva y desgarradora.
La traducción era la misma, y casi se alcanzaban a ver las mínimas cinceladas que le hizo al texto, con pulso estremecido, mi jefe de aquel entonces. Fritz Zorn tenía treinta años cuando escribió su único libro, en unos pocos meses, corrido por la muerte. No llegó a verlo publicado: el cáncer lo devoró antes. Sólo llegó a saber, en su cama de hospital, horas antes de morir, en 1977, que una editorial suiza había aceptado publicarlo. El libro empieza así: «Soy joven, rico y culto; soy infeliz, neurótico y virgen. Provengo de una de las mejores familias de Zürich, he tenido la mejor educación burguesa y me he portado en forma acorde toda mi vida. También me estoy muriendo de cáncer, cosa que cualquiera deduciría automáticamente de lo que acabo de decir». La apoteosis de la medianía burguesa, esa idea de vivir salpicándose lo menos posible de cualquier cosa, alcanza su máximo esplendor en Suiza (la siempre neutral en toda guerra, que nadie la toque, eso nunca, que traigan su dinero solamente) y dentro de Suiza en Zürich, la más conservadora, la más hipócrita, la que rige a las demás, y dentro de Zürich en la burguesía acomodada de la Costa Dorada en la orilla derecha del lago, donde nació Fritz Zorn en cuna de oro, en una familia en la que de nada se hablaba, nada se exteriorizaba, y nada del exterior debía infiltrarse tampoco, nunca. Así pasó Zorn los primeros treinta años de su vida hasta que le descubrieron un tumor en el cuello, y de pronto tuvo nombre aquello que lo asfixiaba desde que tenía uso de razón y no se atrevía ni a pensar en eso. «No soy yo mismo el cáncer que me devora, es mi familia, mi origen, mi herencia, soy el rehén del cáncer burgués». Con sólo un año de vida por delante se declara en estado de guerra total contra lo que él cree que le causó ese cáncer que está devorándolo y procede a diseccionar en su persona la espeluznante negación de la vida en que consiste la idea de lo burgués. «¿Quiénes son mis enemigos? Mis padres, mi familia, el medio en el cual crecí, la sociedad burguesa, Suiza, el sistema. En el concepto de lo burgués se oculta algo que es hostil a todos. En mi calle, en Zürich, todo debe estar en calma siempre. Se manifiesta como un imperativo: ¡Calma, calma!, como quien dice ¡No vivan, no sufran, no hagan ruido! Yo fui atacado por el mal que ataca en mayor o menor grado a toda nuestra sociedad actual. Yo soy el ocaso de Occidente. Yo soy el carcinoma de Dios».
Aquel jefe mío que me había explicado cómo funcionaba en el Doktor Faustus la alegoría entre la música atonal, el pacto con el diablo y el nazismo, sin hacer en ningún momento la menor alusión a lo que estaba pasando en el país en ese momento, leyó este libro como si asistiera a un derrumbe interior, y decidió él solo y silenciosamente cambiarle el título y ponerle La muerte de un burgués. Leyendo ahora el libro no paré de acordarme de la cara con que nos miraba de pronto aquel jefe cuando lo estaba corrigiendo. Todos estábamos muertos de miedo en aquella época, nos diéramos cuenta o no. A cada uno se le chispoteaba por el lugar más inesperado. A este jefe mío le vino cuando este libro lo demolió. Él también estaba en el país, aunque se comportara como un suizo. En aquella época, en ambientes como Emecé, ésa era la actitud «civilizada» ante lo que estaba pasando en el país. Pero muy de tanto en tanto pasaban estas cosas chiquitas ahí: uno de ellos les decía a ellos, como un suizo, en voz muy baja, desde la tapa de un libro que se publicaría sin pena ni gloria y después se desvanecería en el aire, que algo olía a podrido en la dirección en la que iban, que estaba todo mal, que todo olía a muerte, que no se lo podía negar más. Aunque una semana después volviera a su silla como si aquello no hubiese pasado.
Ilustración: Pintura, óleo sobre tela, Edward Hopper, «Sunday» 1926

Teléfonos útiles

Bomberos 100
Comisaría 101
Destacamento Mar de las Pampas 46-8901
Hospital Emergencias 107
Salita de Mar Azul 45-3463
Médico en Mar de las Pampas 45-8921
Pediatras 46-0201
Dermatóloga 46-4517
Farmacia 45-1827
Veterinario 24 hs. 0226715637096
Cotel 46-1600
Cevige Guardia 46-2596
Turismo Norte 45-8596
Turismo Mar de las Pampas 47-0324
Casa de la Cultura 46-2513
Polideportivo 46-7018
Info Turismo (02255) 15 48 5279/80
REMISES Alameda 46-6666
GAS Guillermo 45-4597

Transporte de Pasajeros

El Rápido 45-4090
Alvarez 47-6498
Plusmar 47-5580
Expreso Alberino 47-3958
El Rápido Argentino 47-6344

Horarios de Farmacia

Urgencias: de 200 a 700 al 45-1827/28

Cuento Zen

Karma

Un granjero se puso tan viejo que no ya podría trabajar los campos. Así que se pasaba el día sentado en el pórtico. Su hijo, aún trabajando la granja, levantaba la vista de vez en cuando y veía a su padre sentado allí. «Ya no es útil», pensaba el hijo para sí, «¡no hace nada!». Un día el hijo se frustró tanto por esto, que construyó un ataúd de madera, lo arrastró hasta el pórtico, y le dijo a su padre que se metiera dentro.
Sin decir nada, el padre se metió. Después de cerrar la tapa, el hijo arrastró el ataúd al borde de la granja donde había un elevado acantilado. Mientras se acercaba a la pendiente, oyó un débil golpeteo en la tapa desde adentro del ataúd.
Lo abrió. Aún tendido allí, pacíficamente, el padre miraba hacia arriba a su hijo. «Sé que vas a lanzarme al acantilado, pero antes de que lo hagas, ¿puedo sugerirte algo?»
«¿Qué?» contestó el hijo.
«Arrójame desde el acantilado, si quieres», dijo el padre, «pero guarda este buen ataúd de madera. Tus niños pudieran necesitar usarlo».

Indice de anunciantes

Hospedajes
(Mar de las Pampas)

AIKE-MALEM parador 47-9868 -www.mardelaspampas.com.ar/restobaraikemalem
ALMA DEL MONTE refugios 45-8768 - www.almadelmonte.com
ARCO IRIS cabañas 47-9535 - arcoiris@mardelaspampas.com.ar
AVALON apartamentos 47-8550 -http://www.avalonmardelaspampas.com/
BRUGGE cabañas 45-4748 - http://www.cabanasbrugge.com.ar/
CABAÑAS COPAHUE 45-0408 -http://www.copauhebosqueymar.com.ar/
CASA DE PIEDRA apartam. 47-9797 - http://www.casapiedra.com.ar/
DESPERTAR cabañas 47-7771 -http://www.cabanasdespertar.com.ar/
EL MAR cabañas 45-7449 - www.mardelas.com.ar/elmar
MAPUCHE 47-9628
RINCON DE LOS VIENTOS 45-3203 -http://www.rincondelosvientos.com.ar/

(Las Gaviotas - Mar Azul)

ÁLAMOS hostería 47-9630
EL CHAPARRAL cabañas 47-9780
HEIWA apart 45-3674
MEDANOS apart 47-9678 - http://www.medanosapart.com.ar/
MONTE GAVIOTAS casas 47-5790
OSSA MAYOR 47-2014 - http://www.ossamayor.com.ar/
POSTA DE LOS MARES 45-6410 -http://www.postadelosmares.com.ar/
TERRAZAS DEL CALEU 47-0910

Gastronomía
(Mar de las Pampas)

AIKE-MALEM bar 47-9868 -www.mardelaspampas.com.ar/restobaraikemalem
AMORINDA TUTTO PASTA 47-9750
CABAÑA HUINCA restaurant 47-9718
CASA DE SOL restaurant 45-3311
EL CEIBO casa de comidas 47-5665
EL GRANERO restaurant 47-9548 - www.gesell.com.ar/elgranero
GREEN PORT café 47-9919
HELADERÍA Dandy 45-4533
LA BERNARDINA restaurant 47-4360
LA CASA DEL MAR rest. 45-4700
LA PALMERA resto ber kiosco 47-4299
MIZU resto sushi lounge 47-5787
MUJICA alamcén criollo 47-6236
NEREIDAS asador de campo 46-6845
NEWEN casa de comidas 47-7074
PAMPAS DEL NONNO vinos 47-2225 -vinotecapampasdelnono@hotmail.com
PUERTO PAMPA pizzas y empanadas envíos 45-8176www.mardelaspampas.com.ar/puertopampa
SAN BENITO restaurant 47-2747
SAMSARA comedor vegetariano 47-4565
TIEPOLO gelato y pasticceria 47-7474
VALLE panadería 45-9530
VIEJOS TIEMPOS comida mejicana 47-9524

(Las Gaviotas - Mar Azul)

BLUE BEACH restaurant 47-9599
DON ROGELIO parrilla 45-6510
GNOMOS pizza 47-3079
HEIWA sushi bar 45-3674
LA HOLANDESA 45-6669
MR GONE 47-4680
NOI DUE pastas artesanales 45-0347

Profesionales

GONZALEZ BUSQUETS cont. 47-2992 - estcontgonzbusq@gesell.com.ar
KINESIOLOGA Lic. Cantó 46-4261 - cantoana19@yahoo.com.ar
MÉDICO Camilo Pérez 45-8921
MÉDICA Dermatóloga Luz Carmona 46-4517
PUJOL C. farmacéutica 45-1827
ROSSI - WRIGHT agrimens. 46-3111
VETERINARIA Sur 47-0595
VITA J. asesor informático 45-3745 - jona@gesell.com.ar

Arquitectura

ALMA DE FUEGO 45-8798 - http://www.almadefuego.com.ar/
MOSSUTTO CÉSAR 47-0910
RAVIER Rodolfo & arq. asoc. 47-9810 -http://www.estudioravier.com/
SCHIFANO Carlos 45-0641 - http://www.casconstrucciones.com.ar/
VAZQUEZ Jorge & arq. asoc. 47-9561 - jlvarquitectos@yahoo.com.ar

Construcción

ALMA DEL FUEGO refugios 45-8768
AZUL Corralón-cristales 47-9704
DURANTE Hnos. s.r.l. 011-4298-2868 - durantehnos@yahoo.com.ar
LA PINTURERIA 45-7434/47-6084 - lapintureriavg@yahoo.com.ar
LOS ROBLES aserradero 46-2812
URRITICOECHEA calefacción 46-2367
MUEBLES DE TRONCO artes 45-0252

Paisajismo

PG parques y jardines 46-1751 - contacto@pgparques.com.ar

Inmobiliarias

DE OVANDO prop 47-9799
COSTA Y SIERRAS 45-7454
GAVIOTAS INMOBILIARIA 47-9988 -http://www.gaviotasgesell.com.ar/
GIANINI INMOBILIARIA 45-6282 - gianini@gesell.com.ar
IRELL INMOBILIARIA 47-3310 - irell@gesell.com.ar
MAR DE LAS PAMPAS 47-9561 - jlvarquitectos@yahoo.com.ar
RONCORONI PROP 47-9559 - http://www.roncoroniprop.com.ar/
SAENZ INMOBILIARIA 45-8839

Provisiones

ALMACEN DE CAMPO 47-9626
AUTOSERVICIO HESSEIN 46-1745
CAMILA PROVEEDURÍA 47-9800
GAS GUILLERMO 45-4597
LA PROVEEDURIA 47-2700
NEWEN casa de comidas 47-7047
SAMSARA despensa naturista 47-4565º
VINOTECA PAMPAS DEL NONNO 47-2225

Varios

ALAMEDA remises 46-6666
ALIMARCA turismo 011-4243-4611 - alimarca@speedy.com.ar
ANTÜ caracoles bijou 45-5966
CERRAJERIA Alberto 47-6493
DIARIOS Chechu 47-0889
DULCES AURORA, caseros 47-8317
EL TELÉGRAFO internet locutorio 47-2739
EXPRESO RUTA 74 02254-48-2070 - ruta74@telpin.com.ar
FARMACIA Pujol 45-1827
FUMIGACIONES GC 45-5839
GAS Guillermo 45-4597
GOTTARDO peluquería 46-4510
LO QUE MÁS ME GUSTA 47-6878
MANOS DEL MUNDO 46-6966
MINIGOLF 47-8555
MOON artesanías 47-4644
PLOMERO Aprile 02255-15-40865

Esparcimiento

ESCUELA DE TENIS 47-8525
HONDA PAMPA cuatris e info (02255)15485279

lunes, 29 de agosto de 2011

Tapa Nº 129

Gratitudes y solidaridades

En medio de una época en que imperan el tironeo por los intereses individuales, las quejas por el absurdo del cemento en la playa, la cuestión de la inseguridad, la basura, la apropiación casi irrestricta de los espacios verdes (o sea públicos = de todos) y otras lindezas por el estilo, nuestra comunidad da muestras, de manera simultánea y caótica como ya lo retratara Enrique Santos Discépolo, de un profundo sentido de la solidaridad y el agradecimiento. Quizás seamos, en conjunto, mucho más humanos de lo que pretendemos y menos egoístas de lo que nosotros mismos sospechamos. En una nota editorial publicada en la edición número 10 de El Chasqui, en septiembre del 2001, cuando éramos un puñado y se iniciaba la «explosión», el crecimiento brutal, la puja de intereses y los reclamos de unos hacia otros, escribíamos: ...es, pues nuestro deber ineludible colaborar para que el crecimiento sea lo menos doloroso posible, para que un interés personal no se anteponga a los de la comunidad que pretendemos fundar; y ésta será, sin dudas, la que nos hayamos merecido: una egoísta e indiferente o una donde más allá de las lógicas miserias con las que todos cargamos, impere un sentido amplio de respeto, bien común y solidaridad. Depende única, pura e inexorablemente de cada uno de nosotros...
Han corrido (sí, corrido) diez años. Y pasó de todo. Pasa de todo. Suele repercutir de inmediato y con estrépito lo negativo. Lo otro, en general, (no aquí, en casi todas partes) «vende» menos. Pero resulta que en diez años uno empieza a conocerse y respetarse en las diferencias, más allá de casos personales y específicos. Varias veces, muchas veces, el correo de lectores se ha visto inundado de cartas de agradecimiento público por los motivos más diversos. En este invierno dos episodios concretos desataron la solidaridad . El primero, derivado de un hecho triste como lo fue la repentina muerte de la vecina Estela Ferré de Chávez (Mariana Rosas escribe, en una carta que publicamos completa en la página 7: A raíz de esta inmediata necesidad salimos a golpear puertas y a hacer una colecta solidaria en la comunidad, sorprendiéndonos y emocionándonos por la respuesta positiva de la gente. (Fueron muchas las personas que no conocían de quién se trataba, y aún así prestaron su ayuda desinteresadamente) TODOS COLABORARON, cada uno con lo que pudo y como pudo.
Poco antes de esto, en la edición de junio pasado, un lector que no quiso firmar para no arrogarse ninguna «paternidad» sobre la idea, envió una carta que publicamos con el título «Implosión»: en ella relataba con detalle un viaje a Buenos Aires, solo en su auto, en el que le hizo un clic el tema de los ex combatientes de Malvinas. Entonces eligió, en lugar del reclamo, del reproche sin propuestas, lanzar a la consideración de nuestra comunidad una idea que podía parecer irrealizable, utópica, hasta temeraria en tiempos en que muchos proyectos solidarios son bastardeados por los ventajeros y ensuciados por los corruptos. Pero él no dudó y mandó la carta con la única condición de no firmarla. Y propuso. Propone. Propone reunirse, entre las fuerzas vivas de Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul, para que con los fondos recaudados se compre una casa para algún veterano de guerra sin vivienda... muy en bruto, en borrador, sin constituir una única posibilidad, calculé que se necesitan 200 personas que aporten mil pesos y lo consideré muy probable. Hasta le puse pomposo nombre: «Impuesto Moral al Desagravio» que esta vez tendría la suerte de que los fondos fuesen aplicados por los propios tributantes. La manera de desarrollar el proyecto sería juntar las primeras voluntades, y con ellas formar la organización que fije los modos de trabajo y también las formas de asegurar la transparencia de la gestión. (La carta íntegra puede leerse en www.elchasquiweb.blogspot.com o buscarse en facebook como El Chasqui de Mar de las Pampas).
Y empezaron a llegar las adhesiones, las cartas de apoyo, la oferta de colaborar en lo que haga falta. Es, por supuesto, apenas el principio. Pero es mucho.
¿Y por qué publicamos esto desde la tapa? Muy sencillo, porque nos resulta reconfortante contar desde nuestra cara más visible que podemos ser una comunidad agredecida, solidaria y también con memoria.
Y sobre todo porque la gratitud y la solidaridad son contagiosas.

Contratapa

El Rulo Piñango

(Capítulo de una novela inédita de Juan Pablo Trombetta).

A las dos de la tarde Buenos Aires era un hervidero a pesar de los nueve grados centígrados; el colectivo amarillo paró en la esquina de Corrientes y Pueyrredón; mientras tres o cuatro personas subían por la puerta de adelante, el chofer no dejaba de acelerar y frenar en ese bombeo ansioso por arrancar de una vez; el último en bajar fue un hombre muy bajo, magro —no mucho más de un metro y medio de estatura, menos de sesenta kilos—, de andar desmañado; el movimiento de piernas y brazos no guardaba la menor coordinación, parecía que se iba a desarmar en cualquier momento; el pelo revuelto, enrulado, más bien largo, con algunas canas; llevaba en bandolera un portafolios de cuero raído, un gabán gris muy viejo, unos zapatos marrones con algo de taco; caminaba como si estuviera concentrado en un asunto importante, con expresión alerta. Al doblar la esquina de Sarmiento se topó con un hombre que venía con las manos en los bolsillos, con la vista perdida, como si navegara en otra galaxia.
—¡Hugo, Huguito! ¡Tanto tiempo, che, qué alegría volver a verte! —el petiso gesticulaba moviendo las manos como aspas, había abandonado en el acto su talante adusto y reconcentrado por otro risueño, festivo; Hugo se detuvo, lo miró, entrecerró los ojos con las manos todavía en los bolsillos en la actitud de quien remueve en la memoria.
—Piñango, che, el Rulo Piñango, ¿te acordás…? bueno, hay que ver que pasaron casi cuarenta años, viejo. Dale, vamos a tomar un café en este bar, Huguito. ¡Che, mirá que venir a cruzarnos acá, pero qué alegrón!
Hugo accedió en silencio, más atraído por la posibilidad de escaparle por un rato a sus pensamientos que por un real interés en conocer detalles de la vida del tal Piñango, lejano compañero del secundario. En el bar los mozos corrían llevando y trayendo pedidos, pasaban trapos, apartaban sillas; todo era un ajetreo de pocillos, de cucharas que rebotaban en los platos mientras viajaban en las bandejas metálicas que los mozos llevaban con destreza por lo alto, esquivando comensales, a los gritos para que les escucharan el nuevo pedido de un cortado o de un café doble o tal vez de un pebete de jamón y queso con poca mayonesa. Rulo mostraba una sonrisa semi permanente, la sonrisa no era ni boba ni cínica, era una sonrisa, pensó Hugo.
Les acababan de dejar dos cafés cuando Rulo atendió un llamado en su teléfono celular; discutía con alguien y por fin gritó: «¡Hijo de puta, ya se te van a ir las ganas de especular con el hambre de un artista!». En seguida cortó.
—Un chanta. Resulta que trabajo en variedades, hago humor, ¿viste?; no me dio para pasar del circuito chico, teatritos, bares, amenizar alguna cena de bacanes, un cumpleaños… uy, si te contara, tengo cientos de anécdotas… nunca salí del país pero la provincia de Buenos Aires me la conozco así, ¿viste? —Rulo mostró la palma de su mano al tiempo que en un ademán enérgico se arrimaba a Hugo y lo miraba fijamente—. Bueno, este chanta que te digo me organiza algunas cositas en los pueblos y en general me caga, qué digo me caga, me recontracaga el hijo de puta; por pura desesperación más de una vez acepté condiciones humillantes, ¿viste?, qué sé yo, subirme al Renault 12, que está viejito pero es de lo más gaucho, a pie no me deja nunca, llegar a un pueblo a trescientos kilómetros, actuar y volverme después del show porque el turro no me garpa ni un hotelucho, y si me quedo a dormir, entre la morfi, la nafta y todo eso cambio la guita, laburo gratis, bah… Pero me cansé, así que fuiste testigo del preciso momento en que mandé a la mierda a ese garca. ¡Che, brindemos por eso! ¡Mozo! ¡mozo!, un tinto de la casa, sivuplé!
Entonado con el vino Rulo enhebró anécdota tras anécdota; Hugo por momentos se divertía, por momentos sentía pena y por momentos envidia de ese hombre que gesticulaba resuelto, lleno de proyectos. Como si de repente hubiese tomado nota de un asunto muy serio, Rulo dejó de reír, apoyó con fuerza el vaso vacío y exclamó:
—¡Che, pero no te dejé hablar, contame algo! —Hugo no hubiera sabido por dónde empezar, aunque más bien prefería no empezar, cuando la ansiedad de Rulo acortó el camino:
—¿A qué te dedicás, vos? —Hugo habló de sus relatos eróticos, cosa que a Rulo le causó mucha gracia y aprovechó para interrumpirlo y contar chistes y más chistes; golpeó la mesa y rió a las carcajadas hasta que una vez más se puso serio abruptamente:
—¡Che, qué carajo ni carajo, sos escritor, vos también sos artista! ¡Brindemos! —después del brindis se acercó apoyando el pecho sobre la mesa, apartó la botella de vino, bajó el tono de voz como si quisiera que nadie más escuchara lo que estaba a punto de decir: «Dale, contame, seguro que estás escribiendo algo… algo… que te tiene atrapado, obsesionado, se te nota en la cara». —Hugo sintió como si aquel hombre estuviera develando su secreto íntimo; aquel hombrecito llegaba desde el recuerdo adolescente a pedirle que le contara, que le dijera qué se traía entre manos, que hablara de aquello que lo estaba torturando. Hugo dudó. Estaba por hablar cuando sonó otra vez el celular de Piñango: «Hola amor mío, sí, dale, venite que te preparo el pollito, por supuesto, sí.» De inmediato cortó y volvió a reír y a hablar a los gritos:
—Era mi hija, che, la mayor, un sol, viene a comer conmigo todos los jueves: es un bocho, anda en esas cosas de informática ¿viste?, entiende un montón; ¡já!, ella siempre dice que mi vida se compone de simultáneas y sucesivas vidas más chicas, viditas, les dice, «tus viditas cumplen el proceso de toda vida; cada una de ellas nace, crece, se reproduce y muere; así unas tras otras», claro, como mis espectáculos, yo digo que hago un salpicón, salto de acá para allá con las historias, con los chistes, como en la vida, ¿viste?, porque uno no piensa en forma prolijita, ordenada, no viejo, en la vida no es así y en la cabeza mucho menos, saltamos de un lado para el otro continuamente, un caos, una ensalada, un cambalache, llamalo como quieras... cualquier cosa puede distraerte, llevarte a otro lado para después volver, ¿viste? o no, capaz no volvés, ¿y qué? —Rulo, sin dejar de hablar, hizo un gesto al mozo con la botella vacía para que le llevara más vino— te dispersás, te dispersás, hasta los más estructurados tendrán flor de kilombo en el mate y por eso se organizan, ¿viste?, porque les da terror que las cosas se les vayan de las manos, que salgan del cauce, que aparezcan los imprevistos, esos tipos odian los imprevistos… ¿a qué venía todo esto? ¡Ah, sí!, de lo que estás escribiendo vos, dale, contame algo… —Hugo dijo que lo único que tenía era el principio de una historia: un ejecutivo recibía una carta que le llamaba la atención una porque venía manuscrita, la abría, entonces el asunto era que podían desatarse muchas otras historias a partir de ese hecho, pero que todo se le complicaba porque se le ramificaba tanto que…
En medio de aquella explicación Rulo gritó: «¡eh, Cacho, acá!», se dirigía a un hombre muy alto y corpulento, cincuentón como ellos, que acababa de entrar, envuelto en un sobretodo marrón; el hombre hizo un gesto y se acercó a la mesa:
—Vení Cachito, te presento a Hugo, un amigazo, nos conocemos de toda la vida. Cacho es un colega, un verdadero artista —dijo esto dirigiéndose a Hugo y remarcó con énfasis la palabra verdadero—, es mimo; tiene que laburar en las plazas, ¿viste?, a la gorra… un capo, no se puede creer este tipo, con ese cuerpazo, parece torpe y es de goma…
—Aflojá, Rulito, dale que acá el amigo te va creer…
—¡Pero claro que me va a creer! ¡Si digo la verdá!
En aquel momento los ruidos y el barullo en el bar alcanzaban su apogeo; los mozos parecían gritar todos al mismo tiempo, un chico de no más de nueve años repartía estampitas por las mesas a toda velocidad hasta que el encargado lo echó con mirada amenazante; los bocinazos retumbaban en los vidrios, algunas personas no encontraban mesa disponible, el incesante clác clác de la máquina de café expreso no tenía pausa, los mozos destapaban botellas de gaseosa, pasaban trapos, servían más y más café, retiraban una bandeja, retenían un pedido, cobraban la cuenta, indicaban a un cliente cómo llegar a la calle Alsina, le alcanzaban a dos policías un paquetito con sándwiches…
Cacho se acomodó en la silla, algo encorvado, con expresión entre triste y melancólica; con sus enormes dedos desenrolló un papel y leyó en voz alta:
—12, 00, 34… les vengo jugando todos los días en todas las quinielas, pero no pasa nada. Por ahora no me salvo.
—Ya te dije que dejaras de tirar la guita al pedo, che, con lo que cuesta juntar el mango, vos todos los días la revoleás en la timba. No sirve. Es para los giles.
—Ya sé, pero al menos está la ilusión…
—Acá el hombre es escritor, tiene una historia que me la estaba contando casualmente cuando entraste, ¿no es cierto Huguito?, va a dar que hablar ese libro. —Otra vez sonó el celular de Piñango: «¿Ahora, tiene que ser ahora? bue… ahí voy, aguantame diez minutos». —Disculpen muchachos, los voy a atener que dejar. Después te llamo, Cachito. Un gustazo volver a verte Hugo, tomá, de tejo mi tarjeta, ¿viste? por cualquier cosita.
Rulo dejó dos billetes bajo el vaso de vino, «esta vuelta la invito yo», se fue a los saltos, desmañado, resuelto otra vez con gesto serio y alerta, listo a enfrentarse con los de allá afuera.
Unos minutos después Hugo saludó a Cacho y salió del bar, se metió las manos en los bolsillos, se subió las solapas del saco, empezó a caminar a paso lento y volvió a hundirse en sus pensamientos.



Correo de lectores

Implosión (carta publicada en Junio de 2011)

Por ajustarse a diversas situaciones a narrar, «El dedo en la llaga»; «De eso no se habla»; «Sucesos y pesadillas »; «Vergüenza ajena»; «El gato que no fue maula»; «Nunca es demasiado tarde, fueron los primeros nombres que se me ocurrieron para presentar las siguientes inquietudes que, sin dar respiro, me dieron vuelta. Aunque la solemnidad es un don del cual carezco, en esta ocasión la falta viene fenómeno. Será mejor distender el texto. Al final de cuentas no sólo se irán desesperaciones, albergarán una luz al final del tubo destellante. No porque dicen que así se anuncia la muerte que sin dudas andará presidiendo todo, sino por la esperanza de colocar una especial aguja en el pajar del futuro pesaroso que siempre abrumará. Aunque me suene mal por tratarse, apenas, de mi propia experiencia ante tanta desventura ajena, opté por llamarlo Implosión.

Se ajusta a la verdad. Así fue. Estallé por dentro, y precisé de varias horas para que el inicial revoltijo de tripas y corazón dieran espacio a la razón.

Y luego a la esperanza.

Que el dedo en la llaga causara su efecto removedor. Los detonantes, en emoción pura, fueron el periodista Alfredo Leuco en el programa del 1 de abril, que se trasmite por radio Continental y conduce Fernando Bravo, y a continuación una nota hecha a un veterano de guerra que fue realizada por los mencionados y el resto del equipo. La consecuencia fue que mi viaje por la ruta 11 (algo más tranquilo por carencia de radares) debió ser interrumpido por el alboroto creciente que requería de algún descanso. Un poco de paz. El choripán de pan de campo, sin miga, ni siquiera recibió el habitual rocío de chimichurri. Indemne, demostró haberse pedido por inercia. Su «salvación» dio testimonio de que la prioridad era otra. Digamos que el pensamiento…

También podría dar fe, acerca de la abstinencia, la amable dueña del lugar que me preguntó «si me sentía mal» y no supe qué contestarle. Cómo explicarle el click. Cómo contarle que recién había escuchado detallar una serie de cosas que durante años en la intimidad me salpicaron confusas y, por no poder precisarlas, nunca las ordené ni tampoco expresé. Cómo decirle que en las horas interminables de charlas de café que llevo consumidas (de aquellas típicas que cuando por fin en la madrugada encuentran su final sin llegar a conclusión alguna, igual -y sólo servirán como resorte para la similar noche siguiente), jamás se tocó el tema de Malvinas con cierta profundidad. Apenas adjetivos condenatorios. La guerra etílica y nada más (Como descargo para los contertulios, puedo afirmar que resulta muy difícil analizar un disparate. No un despropósito, detrás la intención existía). Aunque sé que igual no alcanza como justificación, la verdad generalizada era que salvo en misas, recordatorios o discursos, de eso no se hablaba. De eso no se habla. Sí recuerdo que durante dos noches de ésas sin final, apareció el tema. En la primera de ellas, de manera tangencial, como de rebote: Estábamos divagando -mucho más no se podía esperar conforme rutina y protagonistas- acerca de los cantos de sirena. Cantos de sirena vapuleados y ponderados. Los unos y los otros tenían mucho que decir y defendían sus posturas con particular entusiasmo. Como si quisieran anticiparse al fin del mundo que ya estaría por ocurrir. Con urgencia ¡Había que definir las bondades -o no- de los cantos de sirena! Sin embargo, la algarabía típica que predomina cuando se discuten cosas que no importan y todos lo saben, la diversión, ¿intelectual?, fue abruptamente cancelada. Teófilo, impostando la voz como para que sonara ajena - como de la mesa de al lado tal vez- con algo de temor y mucho de disimulo, al pasar, decayendo en decibeles el tono de voz en sostenido degradé a medida que avanzaba la frase, simplemente dijo: -Cantos de sirena. Como Las Malvinas, ¿viste? Luego de que sucediera uno de esos silencios que no son mensurables a ciencia cierta, Giovanni

(es el día de hoy que no sé si pretendió retomar el pelotudeo o, imbuido con la cuestión de las habitantes de los océanos, se mandó una metáfora náutica en parecido sentido), dijo: -Cuando sopla mucho viento hay que saber arriar las velas. Si dejás la mayor puesta, es posible que termines boludeando por el espacio. Para siempre. Y nada más. En ese momento me pareció que Gabriel quiso acabar con el tema. Sin gesto, sin ademán, sin rictus, monocorde, dijo: «Basta por hoy. Ya es tarde.

Mañana hay que levantarse temprano. Tengo una fija en la primera de San Isidro».

Al día siguiente confirmé el diagnóstico sobre la verdadera intención. El matungo llegó a 12 cuerpos del anteúltimo y sólo lo jugamos nosotros.

La otra vez que escuché alguna referencia (mucho más concreta como se verá) fue al comienzo de un fin de semana «largo». Gabriel que recién llegaba a la mesa, comentó indignado: -«¡Cómo puede ser que sigan dando la serie «Combate» por televisión. Es una afrenta al buen gusto!» Los presentes, cinéfilos todos, naturalmente estuvieron de acuerdo sobre las calidades. Yo también agarré para el lado del género y dije: -«Hay películas de guerra buenas... Apocaliip…» Interrumpiéndome, la respuesta de Gabriel enseguida puso en evidencia mi error de interpretación: -«Pelotudo. No hablo de cine. Es por la guerra. Inhumana por donde la mires. Se necesitaría un árbitro. Que resuelva quien tiene razón y listo ¡Gana!» Pretendí tomarlo para el churrete: -Llámalo a Fabio Serpa que te consiga un referí Marciano. O tal vez mejor de Saturno. ¡No me vengas con organizaciones mundiales. Todas son políticas y defienden intereses…! Además el tráfico de armas... No sé si Teófilo salió a apoyarme cuando dijo: -«Lo mejor es que se junten los Presidentes y tiren la moneda. Cara o seca... y a otra cosa».

Empero la cosa venía en serio.Gabriel, más que ofuscado, nos dejó con la boca abierta y el corazón latiendo por demás. Después de golpetear la mesa, casi a los gritos, en tono de reto se explicó -Hoy debería ser como para muchos eran antes los Viernes Santos… luto y recogimiento... ¡qué feriado ni feriado! Las rutas están llenas de gentes que se van de joda. ¡algo de respeto señores! Para todos aquellos que sin ton ni son pusieron el cuerpo ¡y así quedaron!» Los que pudieron zafar... claro. Recuerdo que miré el almanaque -2 de abril- me agarré la cabeza. Fui desconsuelo, vergüenza, estupor, impotencia, sorete. Como la garganta era un solo nudo, apenas pude asentir con la cabeza cuando Giovanni, ampliando el concepto, avaló a Gabriel -«La verdadera efemérides que merece un festejo fue el día que terminó todo».

Acto seguido, sin pretender dorarle la píldora a Gabriel, consustanciado de veras y tal vez incorporando al inconsciente la semilla que hoy germinó, perfeccioné la idea: «Los sucesos terminaron para todos. Pero para los que pusieron el físico, la mente, el corazón, el alma, continuarán como pesadillas irreversibles». Algo mejor, iniciado el proceso de elaboración de lo recién escuchado, de los recuerdos mechados y de mi propia conducta, quise pagar. Sin embargo, la señora que me atendió -por su proceder deduzco que era la dueña- nada de adición, sólo me trajo un vaso de agua. Dijo que se me veía pálido, seguramente con algún problema, y por eso no había comido ni bebido. Como típica e inevitable consecuencia de un almacén de campo, casi en la nada, donde a cada cliente se lo pretende como oreja, agregó algo sobre su soledad por reciente viudez, el posible cierre del negocio, y algún bocadillo proselitista para las próximas elecciones. Omito la referencia puntual porque el candidato sugerido está en las antípodas de mi pensamiento, pero, más allá de la fantástica actitud de la patrona y de la comunión inmediata entre ambos, rescato -debo hacerlo la escasa importancia que tienen opiniones diferentes ante la grandeza que se consigue cuando las sensibilidades entran en sintonía.

Como había olvidado las llaves del auto sobre la mesa regresé a buscarlas. Esa segunda vez me despedí con un beso. Consciente de mi desconcentración, como piloto manejé con mucho más cuidado que el habitual. Como resulta fácil de suponer a esta altura del relato, tenía la cabeza revuelta por sensaciones que partían hacia todos lados. La única constante que reaparecía kilómetro a kilómetro era de eso no se habla, mezclándose con los horrores de la guerra que no vale describir. De ellos han dado escalofriantes detalles tanto la literatura como la numerosa filmografía donde los menos malos varían tanto como las diversas geografías. Lo mismo ocurre con las dramáticas vivencias de los protagonistas, y también sobre las físicas y síquicas consecuencias posteriores. Acerca de varias de las cuales, seguramente, coincidirán siquiatras, sociólogos, médicos, sicólogos, y hasta antropólogos, por más que pertenezcan a las escuelas más contrapuestas. Prefiero concentrarme para gambetear el manoseado concepto de que la realidad supera a la ficción, pero no puedo. Es así, la imaginación nunca dará para tanto... Varios de los participantes del programa radial –increíblemente también el veterano de guerra narró que a varios de sus compañeros les sucedía lo mismo- confirmaron el silencio colectivo que hoy, apesadumbrado, tildo de irrespetuoso para los que fueron. Los del garrón, los que sufrieron y sufren sin pausa. El escuchar que ni siquiera los protagonistas -en verdad sólo partenaires por diferencias en el armamento, entrenamiento, equipos, etc.- hablaban del tema, enseguida me hizo pensar que si la cuestión nunca fue charlada lo suficiente, era imposible que fuera comprendida como para buscar definiciones sobre lo único que -apenas- puede ser mejorado: Compensar en la pequeña parte que resulta posible y poner en el sitial más alto de la deuda interna a los veteranos de guerra. Los mismos que ante un reclamo -obvio que muy justo- a una sociedad que enfrenta «piquetes» de todo tipo y colores, además de todo deben sufrir la indiferencia colectiva. Incomprensión con mayúsculas que no se justifica aunque en muchos casos sea provocada por una especie de pudor. Suerte de vergüenza ajena que a veces deviene en conductas despreciables. Mecanismos incorporados por muchos que me ponen los pelos de punta, y durante ese cosquilleo revivo aquella mañana en Provincia Unidas y General Paz donde se estaba reuniendo un grupo de veteranos de guerra y desde un colectivo varias voces les gritaron: ¡Vayan a laburar! Amargado por el recuerdo regreso al programa radial de marras donde el veterano contó que durante un combate nocturno su sargento quedó herido sin resguardo y, tirado en el piso, intentó tomar el arma que se le había caído. En ese momento un disparo le atravesó la mano que procuraba asir al fusil. Sucedió que el tirador lo consideró tan solo un adversario y no lo quiso matar. Tal vez simplemente por profesional, buen tipo que quiere evitar sentirse el gato maula jugueteando con el mísero ratón. O quizá por un rasgo inferior de humanidad: aquel que proviene de la soberbia de saberse inmune, cuando le parece que le tiran con hondas...

En forma instantánea recordé a Ricardo Piglia -Blanco Noctur no- cuando cuenta que dos de los protagonistas de la novela, recorriendo en camioneta un campo por la noche con su potente busca huellas «enfocan a una liebre que queda paralizada; blanca; quieta; entregada; atónita; una aparición en el medio de la oscuridad que, bajo el haz de luz, es tan solo un blanco en la noche» y hace una llamada al pie de página referida al diario de The Guardian que dice: «... los soldados ingleses estaban provistos de anteojos infrarrojos que les permitían ver en la oscuridad y disparar sobre un blanco nocturno...

Como una cabeza revuelta da lugar a que la fantasía la recorra con velocidad propia de la fórmula 1, me ocurrió que partiendo de una miscelánea sobre la vida de Clarice Lispector, hecha por Juan Forn y publicada en El Chasqui, donde aparece una de esas simpáticas frases de las cuales uno se apodera y seguramente -sin intención a lo largo de la vida de alguna manera la plagiará («...a los 22 de casó con un diplomático y estuvo 20 años cumpliendo ese triste papel»), pasó que, como no podía ser de otra manera dentro del lúgubre alboroto mental, me apareció «20 años no es nada» y entendí que no sólo 20 años no son nada como para ir a combatir, tampoco son nada para olvidar los diversos -puntuales y difusos- escozores -terremotos- del alma que reaparecerán en réplicas perennes. Atroces vivencias que imprimieron en los ojos de los protagonistas, el sino común de lucir para siempre miradas envejecidas.

Trascartón me vino a la cabeza una escena donde el bueno de Schindler, desesperado por considerar que su lista de salvados pudo haber sido mayor, es consolado por su interlocutor que le dice: «el que salva una vida salva al mundo entero», y entonces pensé que aunque incierta, exagerada, como imagen la frase vale y se ajusta. Por eso, salvando las distancias claro, la parafraseo como introito de lo que se me ocurrió como probable realizar: «El que mejora las condiciones de vida de alguien...» Por todo, considerando que por tratarse de una guerra perdida antes de empezar, con todos los elementos descriptos –naturalmente muchísimos más- ya a la altura del peaje tenía claro que algo hay que intentar. Que hacer. Que nunca será demasiado tarde para atenuar -sólo atenuar, más es imposible- las trastocadas condiciones de vida de los sobrevivientes. Pésimas en todos los casos, aunque algunos pudiesen reconstruirlas evitando, escapando, rodeando, finteando, las consecuentes sombras fantasmales que contumaces se reiterarían, por haberle puesto tanto el culo a la jeringa. A partir de allí, lentamente, salí del caos cerebral, de la desesperación que me acompañó tantísimos kilómetros,

y acuciado por la intención de rendirle honores a la bandera argentina que en la franja blanca luce la silueta de las islas y ondea -entre otros sitios- en la rotonda de ingreso a Mar de las Pampas; comencé a pergeñar una difusa idea. Que fue tomando forma con alguna celeridad. Me ayudaba tener en claro a quién favorecer. Mejor dicho, a quién intentar mejorarle su calidad de vida. Era así, porque como dijese algunos párrafos atrás, considero que el sitial más alto de la deuda interna lo ocupan los veteranos de guerra. Sé que puede sonar injusto para todos aquellos que enfrentan la vida con sólidas creencias hacia la sociedad, pero entiendo que las vidas de los conscriptos -fuesen como fuesen- fueron distorsionadas para siempre a partir de un inescrupuloso plumazo. Después el frío, los vientos, las alpargatas, el hambre, la prisión, las heridas, las tumbas, el fondo del Atlántico… En fin, la muerte y sus sombras.

Tal vez para afirmarme, para no sentirme solo ni tampoco un exagerado en cuanto a la deuda, fue que releí una joyita escrita por Flavia Pittella en su crónica sobre su concurrencia a un homenaje, que hasta me produce envidia por no saber decirlo como lo hizo ella. Dice así: «Nombra, por orden de prioridad -el protocolo se conoce- a las autoridades provinciales, municipales, eclesiásticas. De pronto, saluda el locutor a los soldados de Malvinas. Cerrado aplauso. ¿Qué será que hace que los aplaudamos tan así? Yo me pregunto. Pregunto a mí misma, a mis aplausos. Mis únicos aplausos hasta ahora. ¿Qué aplaudo yo? ¿Qué aplaudo cuando aplaudo a los excombatientes de Malvinas? Aplaudo la valentía, la garra. Aplaudo para borrar con el aplauso la indignación.

Aplaudo para hacerles saber cada vez que no olvido, que no olvido. No me olvido de nada. Ni de las calumnias, ni de las tardes tejiendo cuadraditos en el Normal Nro 1, ni de la única carta de las miles que escribimos que tuvo respuesta. Todas juntas en el salón de actos y mi amiga Silvina (la privilegiada) leyendo la carta de un soldadito que nunca volvió. No olvido. Aplaudo y en el aplauso pongo cara a mi nombre y digo con el aplauso: yo no quería. Yo tenía 14, perdón. No quería la guerra. Éramos muchos los que no queríamos chicos, perdón. No fue tan así que fue un pueblo, perdón. Mi aplauso grita y pide perdón». El recuerdo hizo -tal vez por no sentirme solo en el sentir- que rápido, como si me lo dictaran, tomara forma la idea, el proyecto. La ilusión. La celeridad fue hasta lógica.

A partir de tener en claro que la calidad de vida a cambiar debía ser la de un veterano de las Islas, me apareció el elemental derecho a tener una vivienda digna. «Cuánto se necesita», me dije; $ 200.000 me contesté; «Huy», me asusté… Pero por suerte seguí adelante y pude comprender que una gran colecta entre las fuerzas vivas -residentes, hoteleros, comerciantes- de Mar Azul, Las Gaviotas y Mar de las Pampas, para que con los fondos recaudados se compre una casa para algún veterano de guerra sin vivienda, no era inviable. Muy en bruto, en borrador, sin constituir una única posibilidad, calculé que se necesitaban 200 personas aportando $ 1.000 y lo consideré muy probable. Hasta le puse pomposo nombre: «Impuesto Moral al Desagravio» que esta vez tendría la suerte de que los fondos fuesen aplicados por los propios tributantes. La manera de desarrollar el proyecto sería juntar las primeras voluntades, y con ellas formar una organización que fije los modos de trabajo y también las formas de asegurar la transparencia de la gestión. Creo no pecar -al menos en este caso- de delirante. Ocurre que por más mala prensa que tenga -a la que adhiero por quiénes y cómo fue utilizada- no puede ser negada la verdad que encierra la frase: «La solidaridad es un gesto» y de la cual, en los últimos días, como consecuencia de horas y horas de trabajo, de aportes, de esfuerzos, fue inaugurado el campanario de la capilla de Mar de las Pampas. Sueño que como el que en estas páginas desarrollo, fue iniciado desde la nada, y encarado por un grupo de gentes -sé de varios, pero no los menciono para no ser injusto con otros- que consumieron su tiempo en reuniones y dimes y diretes, en Amorinda. Tan plausible fue la idea de hacer, que yo - por los demás- aunque de la iglesia me importa tres pitos, terminaré colaborando de alguna manera... Esa obra, ese suceso, seguramente servirá para reconfortar espiritualmente a los fieles. Estoy seguro de tal sentir (Yo ya estoy reconfortado simplemente por exponer una idea capaz de cambiar alguna de las vidas con las cuales toda la sociedad está en deuda).

Confío que el mismo premio emocional y comunitario lo tengan 200 personas de la zona (también el sueño que, de concretarse el proyecto, sirva como «material de exportación» y -por exitoso- se reitere luego en otras comunidades). Ya en la rotonda de Valeria era otro. Paré al lado de la YPF y me comí una par de choripanes con sendos tintos. No era mi día. Lo que pudo ser un final feliz lo complicó la caminera y el alcoholímetro. En los próximos días tengo que ir a buscar el auto al corralón... Como notará Sr. Director la presente carece de firma. Pretendo evitarla con doble intención. La primera que nadie sea el dueño del proyecto, la otra que -ya que está tan de moda invocarla- se la aprehenda como «cuestión de estado» de la zona, y todas la fuerzas vivas trabajen, en conjunto, y al margen de circunstancias previas que puedan haber generado algún antagonismo. Nada será insalvable si a la frase de Ortega le agregamos una palabra y entonces queda «Dolidos Argentinos, a las cosas». Sabedor de su perfil bajísimo, le pido disculpas porque El Chasqui deberá ser el receptor de las adhesiones de todos aquellos primeros militantes que quieran dar las puntadas previas para provocar una reunión fundacional.

Agradecimiento

En la madrugada del día 10 de julio, a causa de un paro cardíaco falleció la Sra. Estela Ferré de Chávez, esposa y compañera de vida, por más de 40 años, de Rubén Chavez, vecino muy querido en Mar de las Pampas. Los amigos más cercanos quisimos aprovechar este medio para AGRADECER PROFUNDAMENTE por el apoyo y la ayuda brindados a Rubén en este difícil momento. Sobre todo por el hecho de que no contábamos con los medios económicos para despedir los restos de Estela, de manera decente y como ella lo deseaba. A raíz de esta inmediata necesidad salimos a golpear puertas y a hacer una colecta solidaria en la comunidad, sorprendiéndonos y emocionándonos por la respuesta positiva de la gente. (Fueron muchas las personas que no conocían de quién se trataba, y aún así prestaron su ayuda desinteresadamente) TODOS COLABORARON, cada uno con lo que pudo y como pudo, mucha gente también nada menos que por el «estar» en cuerpo presente, acompañando en el compartir una charla, un mate, en prestar un oído, algo tan necesario...
Las personas que donaron su ayuda fueron más de 100. ¡¡¡GRACIAS PROFUNDO PARA TODOS ELLOS!!! Nos reconforta y emociona saber que aunque no todos nos conocemos podemos decir que comprobamos que en Mar de las Pampas la familia también son los vecinos... que somos pocos pero contamos unos con otros ....
¡GRACIAS!

Mariana Rosas

* * *

Por Malvinas I

Sr. Director:

En mi condición de turista intermitente de Mar de las Pampas me dirijo a usted a raiz de la carta «Implosiòn» que trata sobre las Islas Malvinas. En verdad a mi me ocurió lo mismo que cuenta haber sentido su redactor cuando escuchó al Sr. Leuco. Me emocioné. Entonces, favorecido por la carencia de firma que me quitó el primer tufillo propio de año electoral, y también porque mis constantes visitas al lugar, por sobre la arena, el mar y el bosque se deben a las cálidas particularidades de sus gentes, adhiero al propósito. Por razones de distancia y aunque me gustaría que no fuese así, sólo puedo participar con mi aporte económico según está planteado. Tiene mis datos para cuando se organicen.
Lo saludo atentamente


José Luis Aragno
Uruguay 856 2º «6» (C1015ABR)
Buenos Aires - Argentina
of +54 11 4812 0912 - 4813 0730
mov +54 9 11 4160 7191

* * *

Por Malvinas, II

Señor Director

Hola. Soy un argentino que reside hace un tiempo en Camboriú, Brasil, pero que, hace unos años tuvo la fortuna de vivir y trabajar en ese maravilloso bosque al cual ansío volver. De aquella época me han quedado algunas costumbres y amigotes. De éstos prefiero no hablar. Ya lo dijo Groucho Marx: «Jamás pertenecería a un Club que me admitiera como socio». Como otra costumbre que conservo es la de juntarme con El Chasqui, por ciertos detalles he creído reconocer en un correo de lectores (sin firma), el estilo de alguien a quien tuve el placer de frecuentar no poco. Me parece un excelente comienzo lo de la «política de estado» que propone, por poder resultar superadora de los kilombos aldeanos que en varias ocasiones me tuvo de enfervorizado actor. Hay causas que justifican el borrón y cuenta nueva...
Pues bien, lembranças aparte, estoy de cuerpo y alma consustanciado con el proyecto de Malvinas. Les cuento lo que fue (y sigue siendo) Malvinas para mí. Yo tenía un primo, Sergio Carballido, hijo de un hermano de mi papá. Sergio fue a Malvinas con el 7 de Infantería de La Plata... y allá quedó. Tenía 19 años.
A los pocos meses murió mi tío Mario, su papá. No se supo de qué. No hay forense que escriba «tristeza» como causa de muerte.
Mi tía Hilda enloqueció por las dos pérdidas y anda aún por el mundo confundida. Una mañana, a finales de los 80, estaba barriendo la vereda cuando llegaron dos oficiales del Ejército con una placa y un cheque. Nadie supo cuál era el monto del cheque. Mi tía los corrió a escobazos diciéndoles que, si algo le querían traer, que le trajeran a Sergio.
Apenas una historia de las tantas que andan huérfanas del escritor que se les anime.
Vivo aquí, en Camboriú, hace un año ya, pero no dejo de ir a mis pagos de tanto en tanto. Allá me esperan mis hijas, mis nietos, mi vieja que ya pasó los 90 y El Chasqui. Quiero saber cómo puedo hacer efectiva mi ayuda. No sé si me podré llegar hasta la Costa, pero, seguramente, alguien habrá cercano a Capital para contactarlo. No sé si este correo será publicado. Uno frecuentemente tiene la vana pretensión de creer que es justo y merecedor de consideración, pero... ¿se imaginan lo que sería la concreción de este sueño?¿lo que significaría para el beneficiado y para Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul?
Nada sería más agradable para mí que leer en los sucesivos números de El Chasqui que el proyecto va tomando forma y que cada mes se acrecienta el número de aportantes. Juan Pablo y Gloria, reciban desde aquí el cariñoso saludo de este ex-vecino y ¡adelante con el proyecto!

Horacio Carballido
alladodelmar@gmail.com
PD: Si quieren escribirme, serán bienvenidos. Acá es todo muy lindo, pero... «tem saudades»

* * *

Por Malvinas III

Sr Director

Ante la magnífica idea que surge de la nota aparecida en su prestigioso y «queridísimo» periódico El Chasqui (NdelaR: se refiere a la carta de un lector y vecino que bajo el título «Implosión», publicada en junio, propone que la comunidad de Mar de las Pampas se reúna para lograr la construcción de una casa para un ex combatiente de Malvinas) cumplo en informarle que estoy totalmente convencido de que esta idea ha de ser concretada como tantas «utopías» que en esta maravillosa localidad hemos logrado llevar a cabo. Coincido que la responsabilidad ciudadana debe ser llevada a la práctica en estas cosas, que al ser el resultado de un esfuerzo grupal dejan de ser pequeñas para ser importantes y sobre todo trascendentes. Así mismo me pongo a su entera disposición para colaborar con en tareas prácticas u operativas que lleven a feliz término esta maravillosa idea.
Sin otro particular aprovecho la oportunidad para saludarlo y enviarle un fuerte abrazo.

Arq. Rodolfo E. Ravier
DNI 10.754.737

* * *

Agradecimiento, II

Me resistía a venir a Mar de las Pampas, argumentando que no quería «empañar» tanta alegría y felicidad que había en esta maravillosa casa donde me invitaban a quedarme; pasaba entonces por la triste etapa de una separación muy dolorosa. Pero cuando la casa quedó sola llegué, ¡llegué y quedé maravillado!, en ella encontré calidez, paz, el desorden propio de la gente que vive muy feliz y una energía arrolladora de la más pura y exquisita armonía, que seguramente dejan todos los amigos y amigas que la visitan; cada rincón de esta acogedora casa tiene un recuerdo... una historia... y una anécdota que seguramente se podrá repetir una y otra vez. Llegaron los «miércoles de machos», al principio fui testigo mudo de estas charlas a corazón abierto, donde cada uno de sus integrantes me fueron dando su generosa amistad, unos prestándome el oído con mucha atención e interés para escucharme repetir una y otra vez mis lamentos monotemáticos; otros, dándome la tranquilidad de no preocuparme por nada, que ellos respondían por mí, otros integrándome como un amigo más de toda la vida, tomando un café y alguno también empujándome, al abrazarme, diciéndome bajito en un tono abrigado de esperanza «ponete media pila». Llegó el invierno y con él... llegó el amor, trajo música, muchas risas nuevas, alegría, charlas, también a corazón abierto, piropos y miradas de una intensa profundidad que sólo tienen un destino: el alma. Esta casa con su energía, su calidez y su encanto fue cómplice de esta maravillosa historia de amor que vivo hoy y no es la única historia, fuimos muchos los que salimos «curados» y contagiados de la dicha y el amor que transmite esta bella y alegre casita en un rincón de Mar de las Pampas.

Juan Manuel Giménez

P.D: Juan Pablo, no voy a olvidarme nunca cuando me dijiste «pará de sufrir y venite. Y de Gloria cuando me dijo: «mirá que si no está Juan Pablo y estoy yo podés venir igual» Gracias, muchísimas gracias.