Gratitudes y solidaridades
En medio de una época en que imperan el tironeo por los intereses individuales, las quejas por el absurdo del cemento en la playa, la cuestión de la inseguridad, la basura, la apropiación casi irrestricta de los espacios verdes (o sea públicos = de todos) y otras lindezas por el estilo, nuestra comunidad da muestras, de manera simultánea y caótica como ya lo retratara Enrique Santos Discépolo, de un profundo sentido de la solidaridad y el agradecimiento. Quizás seamos, en conjunto, mucho más humanos de lo que pretendemos y menos egoístas de lo que nosotros mismos sospechamos. En una nota editorial publicada en la edición número 10 de El Chasqui, en septiembre del 2001, cuando éramos un puñado y se iniciaba la «explosión», el crecimiento brutal, la puja de intereses y los reclamos de unos hacia otros, escribíamos: ...es, pues nuestro deber ineludible colaborar para que el crecimiento sea lo menos doloroso posible, para que un interés personal no se anteponga a los de la comunidad que pretendemos fundar; y ésta será, sin dudas, la que nos hayamos merecido: una egoísta e indiferente o una donde más allá de las lógicas miserias con las que todos cargamos, impere un sentido amplio de respeto, bien común y solidaridad. Depende única, pura e inexorablemente de cada uno de nosotros...
Han corrido (sí, corrido) diez años. Y pasó de todo. Pasa de todo. Suele repercutir de inmediato y con estrépito lo negativo. Lo otro, en general, (no aquí, en casi todas partes) «vende» menos. Pero resulta que en diez años uno empieza a conocerse y respetarse en las diferencias, más allá de casos personales y específicos. Varias veces, muchas veces, el correo de lectores se ha visto inundado de cartas de agradecimiento público por los motivos más diversos. En este invierno dos episodios concretos desataron la solidaridad . El primero, derivado de un hecho triste como lo fue la repentina muerte de la vecina Estela Ferré de Chávez (Mariana Rosas escribe, en una carta que publicamos completa en la página 7: A raíz de esta inmediata necesidad salimos a golpear puertas y a hacer una colecta solidaria en la comunidad, sorprendiéndonos y emocionándonos por la respuesta positiva de la gente. (Fueron muchas las personas que no conocían de quién se trataba, y aún así prestaron su ayuda desinteresadamente) TODOS COLABORARON, cada uno con lo que pudo y como pudo.
Poco antes de esto, en la edición de junio pasado, un lector que no quiso firmar para no arrogarse ninguna «paternidad» sobre la idea, envió una carta que publicamos con el título «Implosión»: en ella relataba con detalle un viaje a Buenos Aires, solo en su auto, en el que le hizo un clic el tema de los ex combatientes de Malvinas. Entonces eligió, en lugar del reclamo, del reproche sin propuestas, lanzar a la consideración de nuestra comunidad una idea que podía parecer irrealizable, utópica, hasta temeraria en tiempos en que muchos proyectos solidarios son bastardeados por los ventajeros y ensuciados por los corruptos. Pero él no dudó y mandó la carta con la única condición de no firmarla. Y propuso. Propone. Propone reunirse, entre las fuerzas vivas de Mar de las Pampas, Las Gaviotas y Mar Azul, para que con los fondos recaudados se compre una casa para algún veterano de guerra sin vivienda... muy en bruto, en borrador, sin constituir una única posibilidad, calculé que se necesitan 200 personas que aporten mil pesos y lo consideré muy probable. Hasta le puse pomposo nombre: «Impuesto Moral al Desagravio» que esta vez tendría la suerte de que los fondos fuesen aplicados por los propios tributantes. La manera de desarrollar el proyecto sería juntar las primeras voluntades, y con ellas formar la organización que fije los modos de trabajo y también las formas de asegurar la transparencia de la gestión. (La carta íntegra puede leerse en www.elchasquiweb.blogspot.com o buscarse en facebook como El Chasqui de Mar de las Pampas).
Y empezaron a llegar las adhesiones, las cartas de apoyo, la oferta de colaborar en lo que haga falta. Es, por supuesto, apenas el principio. Pero es mucho.
¿Y por qué publicamos esto desde la tapa? Muy sencillo, porque nos resulta reconfortante contar desde nuestra cara más visible que podemos ser una comunidad agredecida, solidaria y también con memoria.
Y sobre todo porque la gratitud y la solidaridad son contagiosas.
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