sábado, 23 de mayo de 2009

Arquitectura y urbanismo


Contaminación lumínica

Una de las alteraciones del medio ambiente que crece más rápidamente son los niveles de iluminación en el medio nocturno provocado por la luz artificial. La contaminación lumínica, cuya manifestación más evidente es el aumento del brillo del cielo nocturno por reflexión y difusión de la luz en los gases y partículas del aire, provoca numerosos y perjudiciales efectos económicos, sociales, sanitarios, culturales y medioambientales de gran trascendencia: tales como el aumento del gasto energético y económico de forma superflua, intrusión lumínica en los hogares, encandilamiento y alteraciones de la salud, inseguridad vial, daño a los ecosistemas nocturnos y degradación del cielo nocturno.
El esfuerzo en busca de la eficiencia energética y la disminución de los gastos de electricidad, que recargan las redes de distribución, en época de escasez energética, pasa necesariamente por reducir y racionalizar el exceso de iluminación.
Este ahorro, permitirá reorientar recursos económicos hacia la educación y la salud, mejorando la calidad de vida de los vecinos y reduciendo la delincuencia de una forma más eficiente y permanente.
El gasto innecesario de electricidad, es un factor muy importante ante la gravedad de los problemas que trae el calentamiento global a la humanidad y de los esfuerzos que se hacen para disminuir las emisiones de gases de invernadero.
Un dramático efecto de la contaminación luminosa es la imposibilidad de observar los astros, salvo los más brillantes, ya que son opacados por la atmósfera iluminada por las luces artificiales. Esto está privando a varias generaciones de disfrutar y conocer el firmamento, quitando a los habitantes de las ciudades la posibilidad de contemplar el universo.
"El derecho a un cielo nocturno no contaminado que permita disfrutar de la contemplación del firmamento, debe considerarse como un derecho inalienable de la Humanidad, equiparable al resto de los derechos ambientales, sociales y culturales, atendiendo a su incidencia en el desarrollo de todos los pueblos y a su repercusión en la conservación de la diversidad biológica."
Declaración La Luz de las Estrellas. La Palma, Abril de 2007.
"El cielo, nuestra herencia común y universal, es una parte integral del ambiente percibido por la humanidad. La Humanidad ha observado siempre el cielo para interpretarlo o para entender las leyes físicas que gobiernan el universo. Este interés en astronomía ha tenido implicaciones profundas para la ciencia, la filosofía, la religión, la cultura y nuestro concepto general del mundo."
Proclamación del 2009 como Año Internacional de la Astronomía. Conferencia General de la UNESCO. París 2005.
Contaminación y derroche:
Una 40% de la energía utilizada para la iluminación pública en el mundo es malgastada iluminando el cielo. También es desperdiciada para iluminar a toda potencia calles vacías durante las horas en las que todos duermen o en balnearios semi desiertos.
"Si el calentamiento global se eleva otros dos o tres grados Celsius, con seguridad veremos cambios que harán a la Tierra un planeta muy diferente que el que conocemos ahora. La última vez que estuvo tan caliente fue en el Plioceno Medio, hace unos tres millones de años, cuando el nivel del mar ha sido estimado en unos 25 metros por encima de los niveles actuales".
Fuente: Escritor Científico- Jorge Laniszewski R.
Universidad de La Punta- San Luis-Argentina
El triste ejemplo de Cádiz, declarada:
"Capital europea de la contaminación lumínica"
Cádiz, ciudad andaluza de algo más de 150 000 habitantes, ostenta desde hace muchos años fama merecida por diferentes motivos. No sólo se trata de la ciudad viva más antigua de todo occidente, sino que también se la conoce por su importancia como puerto en la época colonial y por ser la cuna del parlamentarismo constitucional español. En términos más populares, la belleza de esta ciudad la hizo digna del sobrenombre de la tacita de plata. Además, sus gentes pasan por ser de entre las más festivas y optimistas del país como lo demuestra, por ejemplo, el derroche de alegría de los archiconocidos carnavales de Cádiz.
Desde hace unos años (1997), esta bella ciudad se ha hecho conocida por la voracidad con que consume luz eléctrica con fines presuntamente ornamentales. No deja de ser paradójico que una de las urbes económicamente menos favorecidas de España sea también la que quema energía con más ahínco, y la que con menos reparo agrede de noche la naturaleza, el medio ambiente y el paisaje de los que en buena parte depende su subsistencia. Sin duda alguna, Cádiz se ha ganado el título de "capital europea de la contaminación lumínica".
Contaminación lumínica
Tal vez valga la pena aclarar someramente a qué nos referimos al hablar de contaminación lumínica. La contaminación o polución lumínica consiste en la emisión de luz artificial con intensidades, direcciones o colores que resultan innecesarios para la realización de las actividades propias de la zona iluminada. La forma más evidente de contaminación lumínica consiste en la difusión de flujo luminoso hacia el cielo, un fenómeno que ocurre, por ejemplo, en las farolas de tipo "globo", que envían gran parte de su luz hacia el firmamento, donde no hace ninguna falta, con lo que se induce un gasto innecesario de energía y, además, se destruye el paisaje celeste: la luz que ilumina el cielo impide la visión del firmamento nocturno. No obstante, el malgasto de energía y la pérdida del firmamento nocturno no son las únicas formas perniciosas en que puede presentarse la contaminación lumínica. Cabe considerar también la intrusión lumínica, esto es, la invasión de viviendas por luz indeseada procedente del exterior, un factor perturbador de la vida cotidiana, muy en particular del descanso nocturno. Y debe tenerse en cuenta, finalmente, el deslumbramiento, una forma de contaminación lumínica que suele darse en la vía pública, que afecta tanto a peatones como a automovilistas, y que se deriva del mal diseño de las instalaciones de alumbrado.
Los efectos de la contaminación lumínica, en cualquiera de sus formas comentadas, pueden clasificarse en tres grandes grupos: económicos, culturales y naturales. El coste económico del derroche de energía es evidente en sí mismo. Las pérdidas culturales causadas por la contaminación lumínica están relacionadas con la destrucción del paisaje celeste, del firmamento nocturno, patrimonio a cuyo disfrute tienen derecho las generaciones futuras y que, por tanto, ha de ser protegido, tal y como lo han puesto de manifiesto instituciones internacionales como la Unesco, Greenpeace o la Unión Astronómica Internacional. La luz artificial aplicada de manera irreflexiva causa, además, efectos nocivos sobre la vida natural, al perturbar los ciclos naturales de día y noche, y al alterar multitud de procesos biológicos (de apareamiento, pautas alimenticias, movimientos y migraciones, etc.)
¿Qué pasa en Cádiz?
Desde 1997, Cádiz cuenta con una gran instalación luminotécnica pública que bien puede calificarse como el ejemplo paradigmático, de libro de texto, de todos los males provocados por la contaminación lumínica, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. La contaminación lumínica está presente ahora en Cádiz en todas sus formas, todos sus efectos nocivos se manifiestan sin excepción, y lo hacen además con el apoyo activo de las autoridades locales. La instalación en cuestión es el sistema de alumbrado de las playas urbanas occidentales: dos kilómetros y medio de costa iluminados por meses enteros durante noches completas, con una calidad y cantidad de luz comparable a la de las pistas deportivas, con una emisión de radiación directa hacia el firmamento del todo desproporcionada, con unos costes tanto económicos como paisajísticos y ecológicos muy difíciles, si no imposibles, de justificar. Pasamos a describir con algo más de detalle las características de esta instalación, verdadera "galería de horrores" que pondrá el pelo de punta a todas las personas con cierta sensibilidad por el ahorro de recursos no renovables, por el respeto a los demás, por el paisaje natural y por la defensa de la biodiversidad.
Una "galería de horrores"
La instalación luminotécnica que estamos comentando se extiende a lo largo de unos dos kilómetros y medio de playas que, en bajamar, llegan a tener hasta ciento cincuenta metros de anchura libre. El área máxima de terreno afectado ronda, pues, las cuarenta hectáreas, aunque en rigor a ello habría que añadir una superficie muchísimo mayor de aguas marinas invadidas por esta luz artificial.
La potencia luminotécnica instalada quita el aliento. A lo largo de esta longitud de playa se alinean casi doscientos focos alimentados por lámparas de descarga, cada una de ellas de 2000 vatios de potencia. Casi todos estos focos están montados en báculos de proporciones colosales, instalados expresamente para este fin, y de unos 15 metros de altura. La potencia total instalada ronda los cuatrocientos mil vatios.
¿En qué perjudica, y a quién?
Pero, ¿de verdad es tan nociva esta macro instalación luminotécnica? Veamos en síntesis por qué la respuesta es un rotundo si.
En lo económico, este montaje solo puede calificarse de oneroso. A los 120 millones de pesetas de inversión inicial, hay que sumar los gastos de mantenimiento (sobre los cuales carecemos de datos) y los costes de consumo que, según el equipo de gobierno municipal, ascienden a un millón de pesetas mensuales (durante la temporada veraniega), aunque la oposición ha hecho constar sus dudas en los medios de comunicación locales y opina que tal vez cueste más. Cómo no preguntarse cuántas cosas podrían haberse hecho en la ciudad de más paro de España con 120 millones de inversión inicial y varios millones anuales más. Cómo no soñar con una ciudad en que tales cifras se destinen, por ejemplo, a la lucha contra la contaminación lumínica, al fomento del ahorro energético, a la defensa de la naturaleza, a la difusión de la cultura, a la divulgación de la ciencia...
En lo cultural y paisajístico, la iluminación de las playas de Cádiz ha asesinado sin compasión el espectáculo del firmamento. En otra época, los navíos españoles iban y venían entre Cádiz y las Américas siguiendo el curso de los astros. Hasta no hace tanto, la población podía disfrutar de la visión de las estrellas a la orilla de la playa, contemplar la Luna y la Vía Láctea, asistir a la caída de los meteoros de agosto (las Lágrimas de San Lorenzo)... Ahora las grandes playas de Cádiz no tienen noches. Su ambiente lumínico equivale al de un estadio de futbol en noches de partido. La playa en una noche de verano invitaba antes a perder la vista en la inmensidad de la Tierra y del cielo, a contemplar la puesta de las estrellas y la Luna en el horizonte lejano, a ver, con Neruda, cómo "tiritan, azules, los astros a lo lejos". Ahora en Cádiz la playa es un parque urbano duro más y sus visitantes deber recurrir a la poesía urbana de Joaquín Sabina y "perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra", pues a ninguna otra cosa convida el espectáculo de luz, que convierte los chiringuitos en el único y etílico atractivo del paraje. Un edil del gobierno municipal defiende expresamente la "urbanización" de la playa: "Cádiz no tiene sitio para parques, tendremos que aprovechar la playa." La alcaldesa declara que su intención era lograr "el uso intensivo de la Playa que se va a producir como consecuencia de la iluminación." Los vecinos se defienden: "Nos hemos quedado sin noche ni estrellas que mirar." "La playa no es una carretera, pero como nos descuidemos veremos que terminan pavimentándola y poniéndole banquitos y árboles." No puede trivializarse la pérdida cultural que supone ocultar el firmamento. Cuando se destruye el bosque, pierden sentido tradiciones populares, cantos y recuerdos. Si muriera la última golondrina dejaríamos de comprender a Bécquer. Cuando se pierde el cielo dejamos de entender muchos poemas; pasajes enteros de obras como, por ejemplo, El Quijote, dejan de tener significado; las generaciones siguientes dejan de entendernos cuando hablamos de las Lágrimas de San Lorenzo, de las Siete Cabrillas, de las Tres Marías...
La pérdida cultural afecta a los individuos y los trasciende, porque es colectiva. Pero no debemos menospreciar otros perjuicios de la contaminación lumínica estrictamente privados, que alteran la vida cotidiana de las personas y suponen una agresión directa a sus derechos y a su intimidad. La intrusión lumínica es el peor de ellos. La intensidad de la luz reflejada en la playa y en las aguas es tal que perturba el libre desenvolvimiento de los ciudadanos en sus viviendas: "La fluorescencia de las olas desborda la visión; habría que pedir a un oftalmólogo que dijera si tanta potencia no daña la vista", declara una vecina. Para dormir con normalidad, los vecinos deben mantener las persianas bajadas aun en pleno estío. Como efecto colateral de la luz, la organización ecologista local, Agadén, destaca: "En las zonas inmediatas a las torres que soportan los focos, existe una inusual abundancia de insectos voladores, con la consecuente molestia para las personas que por allí transitan."
No menos importante es la pérdida natural y ecológica. Numerosos estudios científicos elaborados tanto en España como en el extranjero han puesto de manifiesto los efectos perniciosos de la iluminación sobre la fauna y la flora nocturnas. Estos efectos conciernen a aves (tanto migratorias como no migratorias), a mamíferos voladores y, sobre todo, a insectos nocturnos. Más del 90% de las especies de lepidópteros son de costumbres nocturnas, y de su existencia dependen muchas especies de plantas con flores que se abren de noche, así como multitud de depredadores. Al perturbar la vida de los insectos nocturnos se está desequilibrando la base de la cadena trófica. Los ecologistas gaditanos han podido constatar que "en las proximidades de los focos hay nubes de estos insectos, entre ellos mariposas nocturnas, chocando contra ellos y casi con seguridad abrasándose. También se observa la presencia de murciélagos depredándolos. De ello se desprende que para numerosos insectos los focos instalados suponen una trampa mortal." Como insinúa este comentario, las concentraciones de insectos nocturnos atraen a los murciélagos, que de este modo proliferan y constituyen una competencia oportunista, inflada artificialmente, para las aves nocturnas insectívoras, incapaces de predar insectos en las mismas condiciones. Remarquemos que los efectos nocivos sobre los insectos nocturnos se incrementan por la gran cantidad de radiación ultravioleta emitida por las lámparas de halogenuros metálicos, un tipo de luz a la que son muy sensibles los animales de esta clase. Los mismos vecinos son conscientes de que "la nueva iluminación rompe el ciclo natural del día y la noche, con el consiguiente daño que puede provocar a la fauna marina.
Al ser interpelada sobre los estudios de impacto ambiental realizados para conocer los efectos que pudiera suponer la iluminación, la alcaldesa de la ciudad respondió por escrito en documento público firmado de su puño y letra: "No se ha realizado ningún estudio de impacto medioambiental, dado que la zona carece de vida animal y vegetal, no considerándose, por tanto, necesario.

Fuente: David Galadi Enriquez- Dr. en astrofísica-; Dulcinea Otero Piñeiro-astrofísica-
Carlos A. Schifano
Arquitecto UBA

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