jueves, 8 de octubre de 2009

Cuento Zen

Belleza de la naturaleza

Un monje estaba a cargo del jardín dentro de un famoso templo Zen. Se le había dado el trabajo porque amaba las flores, arbustos, y árboles. Junto al templo había otro templo más pequeño donde vivía un viejo maestro Zen.
Un día, cuando el monje esperaba a unos invitados importantes, tuvo especial cuidado en atender el jardín. Sacó las malezas, recortó los arbustos, rastrilló el musgo, y pasó un largo tiempo juntando meticulosamente y acomodando con cuidados todas las hojas secas. Mientras trabajaba, el viejo maestro lo miraba con interés desde el otro lado del muro que separaba los templos.
Cuando terminó, el monje se alejó para admirar su trabajo.
"¿No es hermoso?", le dijo al viejo maestro.
"Sí", replicó el viejo, "pero le falta algo. Ayúdame a pasar sobre este muro y lo arreglaré por ti".
Luego de dudarlo, el monje levantó al viejo y lo ayudó a bajar. Lentamente, el maestro caminó hacia el árbol cerca del centro del jardín, lo tomó por el tronco, y lo sacudió. Las hojas llovieron sobre todo el jardín.
"Ahí está", dijo el viejo, "ahora puedes llevarme de vuelta".

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