lunes, 12 de enero de 2009

Una familia marpampeana

Era la hora de la siesta, una de estas tardes sofocantes de enero, cuando llegamos hasta lo de Aurora; es casi seguro que para la mayor parte de aquellos que viven o visitan con alguna frecuencia Mar de las Pampas, la mención de la palabra "Aurora" baste y sobre para saber a quién me refiero. Pero claro, otros no lo saben y vale la pena una breve presentación formal: Aurora es, ante todo, la mamá de Ranquel, Irupé, Rayén y Orión; es artesana, hace unos dulces y licores inolvidables y desde 1988 vive en "el fondo" del bosque de Mar de las Pampas, allí donde por mucho tiempo no llegaba la luz y mucho menos el ruido, allí donde hoy impera un refugio lleno de plantas y animales como el pato Patricio, que tuvo que ser advertido por Aurora para resistir la tentación de saludarme a los picotazos.
Como nunca aprendí a hacer reportajes, iré mechando aquellos pasajes que apunté en mi libreta mientras charlábamos.
—Desde que tuve dos meses pasé la infancia repartiendo los veranos entre Madariaga y Villa Gesell; incluso el secundario lo empecé en Madariaga, donde estuve tres años pupila en un colegio de monjas. Cuando terminé el colegio empecé la etapa de los viajes, pero siempre volviendo a Gesell. Estuve un tiempo en El Bolsón, donde aprendí a hacer los dulces, y anduve por Bolivia, Perú, las ruinas de Machu Picchu, en fin, esos destinos casi obligados de fines de los setenta. Hacía artesanía en cueros, sobre todo boinas y también sombreros; en las ferias me enriquecí muchísimo con el intercambio de culturas que allí se produce y también conocí de cerca la solidaridad.
En este punto una pausa. Cuando Aurora menciona la solidaridad es inevitable el recuerdo del episodio que afectó a su familia en el verano del año 2000.
—Era 17 de enero, un calor de locos. Como estaba apurada para ir a la feria de Villa Gesell le pedí a una de mis hijas que llenara de leña el termotanque para darme un baño rápido. Y lo llenó. El tema es que después nos fuimos todos. Como te dije antes hacía un calor terrible; había mucho viento y el caño se apoyó contra un tirante de madera. Esa misma noche yo venía al bosque a mostrarle mi casita a una amiga; le venía contando de las estrellas al alcance de las manos, de los olores, de los sonidos... "vas a ver que el cielo en Mar de las Pampas es diferente". Al acercarnos vimos a los bomberos y la casa ya se había caído; apenas pude salvar algunbas cosas. Eso sí, por suerte los animales se salvaron todos. Al día siguiente había acá —señala un lugar concreto, sin dudas muy vívido en su memoria— cincuenta compañeros de la feria ayudando, juntando escombros, limpiando, todo con 36 grados a la sombra; una compañera brasileña amasó fideos para todos. Me acuerdo bien que uno de mis primos del campo, a quien veía poco pero que se acercó apenas supo lo del incendio, me dijo sorprendido: "nunca pensé que los hippies podían trabajar tanto".
El fuego, entre otras cosas, devoró una gran parte de su trabajo de aquel verano: quinientos frascos de dulce. Pero Aurora y su familia recibieron apoyo de mucha gente.
—Por un tiempo nos arreglamos en carpas y después en el colectivo. La casita la fuimos reconstruyendo con la ayuda de muchos, más allá de la maldad de uno que se aprovechó y nos sacó casi toda la plata que habíamos juntado. Pero es uno, contra ese montón de gente que nos manifestó su solidaridad de mil maneras.
Hoy Aurora admite que al principio de este "boom" se había puesto entre incómoda y enojada.
—En los primeros momentos me rayé, había estado viviendo durante diez años sin luz, disfrutando de la naturaleza día y noche, del bosque, del mar, del silencio, de la paz... pero enseguida traté de adaptarme y entonces cada nueva casa que aparece valoro más ese tiempo, la suerte de haber vivido esa época con los chicos con el bosque a su disposición, como si se tratara de un enorme jardín. Ranquel acaba de cunmplir 22 años, es decir llegó con un añito; los otros tres nacieron ya estando instalados acá. Aprendí a valorar el aquí y ahora y también a revalorizar todo lo bueno que a uno le tocó.
En medio de recuerdos como el del gallo Papurli y otras mascotas entrañables, vimos muchas fotos de los primeros tiempos, de los chicos en la playa desierta en pleno febrero, de Ludmila Fernández de bebé en brazos de Irupé, de las caritas asomando detrás de un árbol, de Aurora con el paisaje a sus espaldas de lo que hoy es un paseo de compras, de aquella primera casita en medio del bosque. Atrás queda ese 31 de diciembre de 1988 en que brindaron "por decreto", pues nadie tenía reloj ni radio ni nada y era imposible saber si ya eran o no las doce de la noche.
Mientras tanto, el pato Patricio seguía intentando sus picotazos y Aurora se disponía a seguir perfeccionando el arte de elaborar sus dulces y sus licores.

Juan Pablo Trombetta

2 comentarios:

Osky dijo...

Hola, mi nombre es Oscar Cavallero, aunque todos me conocen como Osky y soy parte de esa historia, con muchas salvedades, ya que, Sr. Trombetta, antes de publicar una historia le sugiero que verifica primero si es cierta, o acomodada a conveniencia del personaje, que en este caso es la Sra Aurora.
Le voy a contar mi historia, ya que las monedas tiene dos caras y para ser imparcial, se deberían escuchar las dos versiones y ADEMÁS PUBLICARLAS PARA SALVAR EL BUEN NOMBRE DEL PERIÓDICO.. Aunque mi historia puede ser corroborada por muchos vecinos de la zona, viejos vecinos, tales como Pablo y Elvira, Pablo Fernández, la Flia. Tissera, el finado Naifer, el alemán Cristóbal, y quién ya no está, Jorge, el uruguayo, padrino de Rayen. Mis tres hijos son Ranquel, Irupé y Rayen. Llegué a mi terreno, en dónde HOY tiene la casa Aurora por cesión de mi parte ante escribano público, antes del incendio, (escribanía de la 206 y Av. Buenos Aires, escribana Maximina), esto sucedió cuando nos separamos y por propia voluntad. Fui yo, que después del incendio, compré el colectivo, para que tuvieran mis hijos dónde vivir momentáneamente. El año en que vinimos juntos a Mar de las Pampas, con Aurora, fue a principios de los 90, que llegamos con 3 carpas, 500 ladrillos, sin agua, sin luz, y así vivimos 11 años, creo que es injusto , según la historia de la Sra., que sea obviado de esa manera, y que usted no haya preguntado. Cuando vinimos, ya habían nacido Ranquel e Irupé, Rayen estaba en la panza. Soy el 1° guardavidas municipal de Mar Azul, entré un año después de que Pablo Fernández entrara en su primera temporada como privado, en Mar de las Pampas, Cristóbal también entraba como guardavidas municipal ( un año antes). Todo esto, usted lo puede verificar fácilmente.
Quiero aclarar que, la historia cambia mucho si uno vino solo o acompañado, aunque todo no haya salido " color de rosa", todo el grupo familiar somos pioneros, mis tres hijos , la Sra,y yo, que construí la casa, con mis propias manos. No me obvien, existo y tengo voz. Así la verdad de esta historia se está completando y así, usted podrá conocer la realidad de lo que sucedió en los comienzos de Mar de las Pampas. Eramos 5 familias, fue muy lindo, pese a la dureza por la falta de las comodidades. Ahora vivo en Mar Azul, más cerca de mi puesto de trabajo, desde el año 2000, y , gracias a Dios, pude rehacer mi vida sin deber nada a nadie, y con dos hijos más, Marina y Axel. Muchas gracias por escuchar mi versión, agradecería, también, que lo publicará.
Saludo a uste muy atentamente.
A su disposición. Oscar Carlos Cavallero, alias Osky.

Osky dijo...

Y ÉSTA ES LA VERDADERA HISTORIA........