viernes, 12 de septiembre de 2008

Cuento Zen

Dos monjes que viajaban de un templo a otro por un camino embarrado por la lluvia, se encontraron de pronto con un torrente que atravesaba la senda y que hacía imposible el paso a no ser metiéndose en el agua enlodada hasta la cintura. Parada allí delante, con la desolación pintada en el rostro, estaba una bonita muchacha. La corriente era muy fuerte, su vestido, nuevo… Uno de los monjes no lo pensó dos veces y sin titubear, tomó a la joven y cargándola sobre sus hombros la pasó al otro lado. El otro monje los seguía haciendo gestos de desaprobación.
Bien entrado el día, cuando ya hacía horas que el torrente y la guapa muchacha habían quedado atrás, el segundo monje seguía enfurruñado y, con el ceño fruncido, caminaba delante sin dirigirle la palabra al otro.
"¿Se puede saber qué te pasa?", le preguntó éste.
"¡Qué me pasa! ¡Qué me pasa! ¿Qué me va a pasar? pues, ¡que has transgredido un grave precepto!", contestó el monje. "Has tomado a una mujer en brazos, ¡una mujer guapa y joven! Su cuerpo y el tuyo unidos estrechamente por en medio del torrente…"
El otro monje le contestó con toda tranquilidad:
"Pero, ¡cómo! ¿Todavía la llevas encima? Yo hace tiempo que la abandoné a la orilla del torrente".

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