sábado, 19 de septiembre de 2009

Eran otros tiempos 2

El jeep era otra historia. Cuando me quedaba solo, a la tarde me iba a Villa Gesell a jugar al ajedrez y a cenar, pero la cuestión era la vuelta, porque bajaba la niebla y tenía que volver por la misma huella que había hecho al salir tratando de ubicar una goma pintada de blanco que había en la entrada; demás está decir que muchas veces aparecí en Mar Azul porque me había pasado; al jeep le faltaba la tapa de la caja de la doble tracción y como tenía una fuga por el múltiple del caño de escape la calefacción eran los gases de combustión del motor. Fueron ocho meses inolvidables. Para dormir nos sacábamos la campera y los borceguíes y nos acostábamos vestidos.
En Febrero de 1977 Rico nos trasladó a la «civilización», una casilla de madera dentro de la fracción en la zona del vivero, que se llamaba el Santos Vega; tampoco tenía calefón, y bañarse con agua fría en invierno era cosa seria. Así las cosas Peñalver se murió (no sé por qué) y eso que se quedaba cinco días de veinte; por un lado fue un alivio y por otro lado tuve que empezar a repasar las materias de agrimensura ya que quedé yo a cargo de la apertura de calles, que en esa época ya estábamos realizando en Mar de las Pampas. En Febrero del 79 me casé y mi padre me regaló un departamento en la 139 y avenida 3, que hoy todavía es un páramo, y lo más gracioso es que nos íbamos un mes de luna de miel a Brasil y Rico me llamó y me comentó que sería conveniente que no me fuera un mes, que redujera a siete días la luna de miel porque el emprendimiento ya se había largado y necesitaban de mi presencia urgente. Y yo como un boludo le hice caso. Mi mujer quedó embarazada al mes y se volvió a Buenos Aires; alquilamos un departamento en Palermo, cosa que nos vino bien porque en esa época yo tenía que viajar muy seguido a La Plata, por la aprobación de la subdivisión.
En el año 1982 volvimos a Villa Gesell, alquilamos una casa en el centro, en Paseo 109 y avenida 5, pero eso duró tres años y mi mujer se volvió definitivamente para Buenos Aires y no volvió más salvo en temporada, en que nos instalábamos en el departamento, y fue así que comencé a viajar todos los fines de semana. Durante la semana me quedaba en el departamento y como Mar Azul había comprado una camioneta Dodge, doble tracción, ya estaba un poco mejor y Rico venía cada quince días para ver el avance de obra. Gracias a todas estas peripecias aprendí mecánica, a cortar árboles con hacha y machete, a caminar por los médanos con una facilidad increíble cargando siempre el teodolito al hombro. En 1984 Di Tullio cayó junto con el BIR y desapareció. Tomé la venta de los lotes junto con Maratea pero este murió a los dos años y de esa manera quedé con la venta de Mar de las Pampas, amojonamientos, viajes a La Plata para terminar la aprobación de la segunda parte de la fracción, zonificación y el proyecto hidráulico, que hasta ese momento no se había hecho en ningún balneario de la costa atlántica; cómo sería que cuando me presenté con los planos en Geodesia, en La Plata, los ingenieros me dijeron que yo no estaba capacitado para hacer eso, a lo cual respondí que ahí estaba hecho, de todas maneras me dijeron que tenía que buscar un ingeniero hidráulico que firmara los planos porque si bien lo había hecho no tenía incumbencia para firmar esos planos, claro, estaban completamente desorientados, si nunca habían visto un trabajo semejante; fue así cómo se habló con el Ing. Villar, amigo de mi padre, para que firmara los planos, y yo estaba con un dolor de huevos impresionante.
Fueron pasando los años, se construían casas de a poco, nos conocíamos y nos ayudábamos todos, siempre en la playa nos saludábamos desde lejos, tampoco era cuestión de estar tan cerca. Vino el primer balneario, y con él mi amigo El Sindicalista, que no era ni más ni menos que Pablo Fernández, el bañero. Él cuidaba de nuestros hijos y les enseñaba a manejarse con las olas y las corrientes, a todo esto yo no sabía nada y, cuando me enteré, pensé que estaba loco y me fui directo a encararlo; tuvimos una discusión, él me explicó lo que estaba haciendo y yo acepté a regañadientes, pero después me di cuenta de la importancia de estas enseñanzas y no me metí más en asuntos que yo no entendía; le dije: "vos hacete cargo de la playa y yo del monte", Fue él quien comenzó con el Biatlón de Mar de las Pampas, y por supuesto los mangazos de camisetas para el evento, pero gracias a Pablo tenemos ahora todos los años nuestro evento en Mar de las Pampas al que acuden deportistas (y no tanto) de todos lados.

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