viernes, 10 de abril de 2009

Tapa - Nº 101


"Todo está guardado en la memoria"

En el preciso momento del cierre de esta edición, nos llega la noticia de la muerte de Raúl Alfonsín. Como a casi todos, no por esperada la noticia dejó de conmovernos.
Es inevitable repasar en un fogonazo épocas intensísimas en la vida del país y, por supuesto, de la de cada uno de nosotros en esos tiempos. Me veo, junto a mi viejo, haciendo la cola en las calles de Palermo para votar por primera vez. Era, por supuesto, el histórico 30 de octubre de 1983. Después de la larga y terrible pesadilla vivida desde el 24 de marzo de 1976, las personas empezarían a recuperar sus derechos ciudadanos, sus elementales derechos humanos. Yo tenía veinticuatro años y en un momento mi viejo advirtió que estaba temblando. Sí, a medida que la cola avanzaba mis pulsaciones aumentaban y un temblor, una emoción nueva, me estremecían. Como tantas otras veces en la vida, incluyendo aspectos aparentemente más triviales como la primera vez que me llevó a la Bombonera, a mis diez años, el viejo, mi viejo, estaba a mi lado. Es que escucho a tantos allegados hablar hoy de la hombría de bien, de la entrañable calidez de Alfonsín, que no puedo evitar la ligazón, porque la verdad es que mi viejo era un tipazo, y no porque fuera mi padre, simplemente era un tipazo. Bueno, pero me desvío del tema. Iba a votar por primera vez. No tenía militancia política ni influencias claras, pero el fervor de esos tiempos, en los que resultaba imposible permanecer indiferente, me hizo acercar poco a poco a la figura de aquel hombre al que intuía genuino, honesto. La primera vez lo escuché en un acto en Bariloche. Más tarde, ya cerca de las elecciones, fui al acto en la cancha de Ferro. Después al obelisco, y terminé colado en un micro de la Juventud Radical para el cierre de campaña en Rosario. Le creí. Creí que de verdad se trataba de un persona honesta y firme. Fue de los pocos políticos que había denunciado las atrocidades del régimen militar. Fue de los poquísimos en oponerse a la aventura criminal y patriotera de Galtieri en las Malvinas, mandando al muere a pibes de 18 años en su intento de perpetuarse en el poder. Después, más o menos sabemos todo, solamente que ante un mismo hecho cada uno tiene su mirada, llega a su conclusión. Yo iba a los actos porque ese hombre prometía juzgar a los responsables del genocidio. Cualquiera que tenga edad suficiente recordará muy bien que ése era el gran tema. El tema. Y fue así. En tiempos en que el poderío mafioso de esos asesinos estaba en carne viva, el tipo los sentó en el banquillo. El paso del tiempo hace de las suyas pero muchas veces pone las cosas en su lugar. Después del golpe económico del 89, vino el mamarracho menemista. Recuerdo muy pero muy bien cómo a principios de los noventa uno de los deportes predilectos era "pegarle" a Alfonsín. De todos lados. Yo, que nunca milité ni me afilié a ningún partido, más de una vez reaccioné ante las barbaridades que escuchaba. Todo los males se desataban por culpa de Alfonsín. Una vez más parecía que la mala memoria, o la absoluta falta de ella, imperaría para consumar una nueva injusticia. Pero el tipo nunca mostró rencor, no renegó y tampoco aflojó un ápice. Su honestidad nuna fue puesta en duda y eso, algo que debería desprenderse naturalmente de cualquier político, hoy prácticamente ha dejado de exisitir. Muchos de los que en estos momentos declaman ante cámaras que Alfonsín fue un ejemplo a seguir, se ve que aprendieron muy poco. En realidad nunca les interesó aprender, aunque es bien cierto que la honestidad y la hombría de bien no se aprenden, se tienen o no.
Decía que al paso del tiempo muchas veces —no siempre— acomoda las cosas. En este caso ha sido así, en efecto. Porque a Raúl Alfonsín se lo ha empezado a reconocer mucho antes de su muerte. Quizás desde el susto aquel del accidente por las rutas de sur, es verdad, pero lo concreto y notorio es que lo empezó a reconocer en vida y hoy, ya muerto, los homenajes no suenan huecos.
El 30 de octubre de 1983 fui a votar con auténtica emoción, con alegría rebosante. Más alegría tuve ante el resultado y jamás me arrepentí de aquel voto. En los años siguientes me indignaba con el ensañamiento de algunos politicuchos miserables que pretendían ganar popularidad destrozándolo, intentando ridiculizarlo. Como dice León Gieco en su canción, todo está guardado en la memoria. Todo. Lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo. Lo banal y lo profundo. Cuando buscamos allí, cuando nos enfrentamos a solas con ella, vemos lo que hay, a secas, o miramos para otro lado. Por eso, aquellos grandes consejeros que cada tanto recomiendan sepultar de una vez el pasado y mirar por fin hacia adelante, es muy probable que tengan algo que esconder, que en su popia memoria aniden cosas que pretenden olvidar y que todos los demás olviden.
Y la vida de Alfonsín, por pública y notoria, está en los documentos, en los archivos, en las películas, en las fotos, en los libros, en las viejas ediciones de los diarios y en las no tan viejas.
Pero sobre todo quedará en la memoria de aquellos que tuvimos la oportunidad de vivir y participar de esa época.

Juan Pablo Trombetta

Eduardo Galeano

Eduardo Germán Hughes Galeano, nace en Montevideo el 3 de septiembre de 1940. En él conviven el periodismo, el ensayo y la narrativa, siendo ante todo un cronista de su tiempo, certero y valiente, que ha retratado con agudeza la sociedad contemporánea, penetrando en sus lacras y en sus fantasmas cotidianos. Lo periodístico vertebra su obra de manera prioritaria. De tal modo que no es posible escindir su labor literaria de su faceta como periodista comprometido.
A los 14 años entró en el mundo del periodismo, publicando dibujos que firmaba "Gius", por la dificultosa pronunciación castellana de su primer apellido. Algún tiempo después empezó a publicar artículos, que firmó ya como Galeano. Desempeñó todo tipo de oficios: fue mensajero y dibujante, peón en una fábrica de insecticidas, cobrador, taquígrafo, cajero de banco, diagramador, editor y peregrino por los caminos de América.
En sus inicios fue redactor jefe de la prestigiosa revista Marcha (1960-64), publicación que durante décadas dio cobijo a las voces más interesantes de las letras uruguayas y que terminó siendo silenciada en 1974 por la dictadura. En el año 1964 Galeano era director del diario Época. En 1973 tuvo que exiliarse a Argentina en donde funda y dirige la revista literaria Crisis, en la que también destaca la labor del poeta Juan Gelman. En 1975 se instala en España, encontrando un país que estaba a punto de dar un salto histórico cualitativo con la recuperación de la democracia. Reside en Calella, al norte de Barcelona. Publica en revistas españolas y colabora con una radio alemana y un canal de televisión mexicano.
Sus primeros escritos son reportajes de corte político en los que la realidad aparece continuamente golpeada por las circunstancias. Tanto el reportaje titulado "China" (1964) como "Crónica de un desafío", del mismo año, o "Guatemala, un país ocupado" (1967) reflejan una escritura de urgencia, de denuncia, que retrata la cotidianeidad de unos tiempos difíciles con una escritura situada siempre en primera línea de los hechos que vertebran el presente. Con "Las venas abiertas de América latina" (1971), explicativo título, logró su obra más popular y citada, condenando la opresión de un continente a través de páginas brutalmente esclarecedoras que se sumergen en la amargura creciente y endémica de América Latina. Esta obra ha sido traducida a dieciocho idiomas y mereció encendidos elogios desde diversos sectores. El escritor alemán Heinrich Böll, Premio Nobel de Literatura en 1972 y autor de "Opiniones de un payaso", obra clave de la literatura contemporánea, llegó a decir a propósito de la obra de Galeano que pocas obras en los últimos tiempos le habían conmovido tanto.
Junto al Galeano periodista empieza a aparecer el Galeano narrador que prolonga en sus obras su visión de América Latina. De la novela corta "Los días siguientes" (1963) a los relatos contenidos en "Vagamundo" (1973) pasan diez años pero se mantiene una misma percepción de las cosas, continuada en "La canción de nosotros" que merecío el premio Casa de las Américas de 1975. En Galeano el contexto político y social no puede eludirse y es el marco central en el que transitan sus historias. "Días y noches de amor y de guerra" (1978) se enmarca en los difíciles días de la dictadura en Argentina y Uruguay.
Con la "Memoria del fuego" hay una recuperación del pasado indigenista. Esta obra narra la odisea de las dos Américas, centrándose en los hechos más cotidianos, componiendo una trilogía febril e incisiva, apoyada en la rigurosidad de las fuentes y en la que se entrecruzan crónicas históricas con pinceladas del presente, siempre en busca de un futuro más justo. De aquella trilogía histórica formaban parte "Los nacimientos" (1982), "Las caras y las máscaras" (1984) y "El siglo del viento" (1986). En los tres libros hay un mismo objetivo y como dice el periodista italiano Gianni Miná, una voz incisiva y militante que trata de impedir que se olvide la tragedia que asola a quienes viven en el más completo subdesarrollo.
"La memoria del fuego" está estructurada en torno a pequeñas vivencias cotidianas que es en donde encuentra Galeano la verdadera grandeza del ser humano. La intrahistoria es el universo en el que caminan las obras del escritor uruguayo, al margen de grandes gestas y de sucesos grandilocuentes, que se apartan del hombre de a pie y del verdadero devenir de los acontecimientos históricos. Son, en palabras de Galeano, historias pequeñas, pero no minimalistas.
Joan Manuel Serrat toma prestado un fragmento de una de estas historias de la "Memoria del fuego" para ilustrar a modo de presentación en sus recitales el tema "Che Pykasumi", que el cantautor interpreta en lengua guaraní.
Un año antes de la publicación de "El siglo del viento" y una vez terminada la dictadura uruguaya regresa a Montevideo. Tres años después firma "El libro de los abrazos", de contenido más sutil y poético. El propio Galeano definiría de este modo la raíz de esta obra: "Creo que un autor al escribir abraza a los demás. Y éste es un libro sobre los vínculos con los demás, los nexos que la memoria ha conservado, vínculos de amor, solidaridad. Historias verdaderas vividas por mí y por mis amigos, y como mi memoria está llena de tantas personas, es al mismo tiempo un libro de "muchos"... Es un equívoco que ha fragmentado los lazos de solidaridad, que ha condenado a este mundo de finales de siglo a tener hambre de abrazos, a padecer de soledad, el peor tipo de soledad: la soledad en compañía. Es el mismo proceso que se manifiesta con la pobreza".
Precisamente en "El libro de los abrazos", uno de los libros más exitosos y logrados de Galeano, está contenido un pequeño relato titulado "La noche". Este relato dividido en cuatro partes sirvió de inspiración a Serrat para su canción "Secreta mujer" que formó parte del álbum "Sombras de la China" (1998):
LA NOCHE / 1
No consigo dormir. Tengo una mujer atravesada entre los párpados. Si pudiera, le diría que se vaya; pero tengo una mujer atravesada en la garganta.
LA NOCHE / 2
Arránqueme, Señora, las ropas y las dudas. Desnúdeme, desnúdeme.
LA NOCHE / 3
Yo me duermo a la orilla de una mujer: yo me duermo a la orilla de un abismo.
LA NOCHE / 4
Me desprendo del abrazo, salgo a la calle.
En el cielo, ya clareando, se dibuja, finita, la luna.
La luna tiene dos noches de edad.
Yo, una.
El mismo año de "El libro de los abrazos" aparece "Nosotros decimos no". En 1992 publica "Ser como ellos y otros artículos" y un año después "Las palabras andantes", recopilación de cuentos y reflexiones ilustrados por el artista brasileño José Francisco Borges. El propósito de Galeano en los 90 sigue siendo el mismo que le había impulsado en las otras décadas. Palpar la realidad para mostrarla en un libro. Como respiro, muestra su pasión por el fútbol y lo reivindica desde la literatura, al modo que también hará Javier Marías, en un libro titulado "El fútbol a sol y sombra".
En 1998 Galeano ofrece en "Patas arriba. La escuela del mundo al revés", otro de esos libros de denuncia que no edulcoran el presente ni rehuyen de sus sombras. Es por tanto Galeano un ejemplo de coherencia en una obra que sirve siempre de guía a la hora de definir un continente como el de América Latina que debe seguir cerrando heridas. La voz de Galeano suena clara en el marasmo de intereses e injusticias cotidianas. Más allá de una obra literariamente sólida, está la figura del cronista que persigue injusticias, que conjura temores, que rescata del abismo personajes e historias postergadas.
La obra de Eduardo Galeano nos convoca a mirar qué pasado hemos levantado y qué futuro estamos dejando para nuestros descendientes. Establece un frente común contra la pobreza, la miseria moral y material, la hipocresía de un mundo que sigue abriendo cada vez más distancias entre los que tienen y los que no tienen. Lo demagógico puede ser un riesgo inevitable en este tipo de propuestas, pero Galeano la salva con un estilo conciso, brillante y, sobre todas las cosas, necesario. En Eduardo Galeano hay un compromiso constante con el ser humano y sobre todo una fidelidad a unas ideas que condenan el neoliberalismo y que siguen apostando por un socialismo real, no de andar por casa, y que de alguna forma recupere el pulso perdido, lejos del presente en el que el hombre es visto como una mercancía y en el que parece que no hay lugar para las utopías.
Eduardo Galeano reside desde 1985, -tras finalizar la dictadura uruguaya-, en su Montevideo natal donde sigue haciendo su literatura y su periodismo de marcado tinte político.
En la actualidad dirige su editorial llamada "El Chanchito". Su narrativa está acosada por la realidad inmediata de América Latina, transformándose sus obras, traducidas a más de veinte idiomas, en un archivo histórico-cultural de todo el continente.
BIBLIOGRAFÍA EN CASTELLANO
1962- Los días siguientes (novela)
1964- China 1964: Crónica de un desafío (literatura histórica)
1967- Los fantasmas del día del léon y otros relatos (ficción)
1967- Guatemala: Clave de Latinoamérica (literatura histórica)
1967- Reportajes: Tierras de Latinoamérica, otros puntos cardinales, y algo más (literatura histórica)
1971- Siete imágenes de Bolivia (literatura histórica)
1971- Las venas abiertas de América Latina (literatura histórica)
1972- Crónicas latinoamericanas (literatura histórica)
1973- Vagabundo (novela)
1975- La canción de nosotros (novela)
1977- Conversaciones con Raimon (novela)
1978- Días y noches de amor y de guerra (novela)
1980- La piedra que arde (novela)
1981- Voces de nuestro tiempo (literatura histórica)
1982- Memorias del fuego I - Los nacimientos
1984- Memorias del fuego II - Las caras y las máscaras
1985- Contraseña (novela)
1986- Memorias del fuego III - El siglo del viento
1986- Aventuras de los jóvenes dioses (ficción)
1989- Nosotros decimos no: Crónicas (1963-1988)

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gustó mucho mucho el texto de "todo está guardado en la memoria"
Cuanto de memoria de los hechos y cuanto más de la memoria afectiva.Leer el texto que J.P.T. escribió sobre Raul Alfonsín, tiene la virtud de plasmar en palabras, taaanto de emocion y afecto que me conectó con la sensación de alegría, emoción, conmoción que generó en mi, aquel 30 de octubre de 1983, inscribiéndome en la UBA para iniciar uno de los periodos más felices de mi vida como estudiante y partícipe activa del cambio que se venía a la Argentina con todo lo que ello implica.
Susana Jauregui