jueves, 29 de septiembre de 2011

Correo de lectores

Señores de El Chasqui

Por la presente me quiero dirigir a ustedes en mi carácter de propietario en Mar Azul; leo el periódico El Chasqui. Hoy lunes 22 de agosto hablaron (en la radio) de la instalación de un balneario en Gesell que ocasiona grandes polémicas en las que no pretendo participar directamente, pero ya que se habla tanto del impacto ambiental yo como vecino de Mar Azul me preocuparía más por la gran suciedad de las playas (¿esperarán un tsunami que las limpie?), de las veredas de esa zona con todo tipo de mugre, ni hablar del entorno al camping en verano, las construcciones encubiertas que se hacen en lotes unifamiliares, el acceso imposible a las playas para la gente mayor sin ni siquiera un camino de deck, el corte de la Avenida Mar Azul entre 35/37 por el camping... ¿por qué? Hoy antes de pegar la vuelta hacia Buenos Aires me quise sacar las dudas y pasé a ver el balneario en cuestión y la verdad que no me parece algo tan trágico, porque si de Gesell me dejaran opinar desde ya les diría que se preocupen más por mejorar esa ciudad que parece abandonada, totalmente insegura, antigua y sucia. Para terminar creo que no hay que espantar a los inversores, simplemente reglas claras para todos (sin política), como yo tuve que aceptar al construir mi casa en Mar Azul, ojalá las playas de Mar Azul  se modernicen sin caer en lo tradicional, pero con canchas de voley, bares donde comprar una gaseosa y si no es mucha modernidad baños y accesos con deck para todos ¿o acaso no viven del turismo?
 
Carlos Manfra
16101141

El tema Malvinas

Srs. de El Chasqui

Muchas veces los avances legislativos, por amplios o difusos, tanto pecan de exagerados que actúan como el famoso árbol que no deja ver al bosque. Curiosamente son apoyados por todo el mundo. En primera instancia y sin análisis, claro. Fito Paez y Biolcati han levantado tanta polvareda (sólo por decir su opinión como se les dio la gana, a lo cual tienen derecho) que no sería extraño que terminaran incursos en la ley de discriminación. Cuya amplitud, en mi caso, por ahí y por las dudas, me impidió definitivamente ir a la cancha contra Boca o Atlanta no fuera que los cántitos se me escaparan. También, oportunamente, me impidió buscar una secretaria morocha de ojos oscuros como me gustan. No fuera a ser que a alguna rubia, castaña o pelirroja, se le diera por denunciarme… encima también debía abortar la verdadera y obvia intención -a corto o largo plazo hay que saber esperar- por el tema de otra ley excesiva: la de Acoso. No sé muy bien por qué tanto introito. Tal vez esté vinculado por una ley faltante sobre un derecho humano fundamental como es el de la vivienda; quizá sólo haya sido para ablandar la dureza del tema Malvinas tan bien encarado desde distintas aristas (¿¡cuántas habrá?!) en las diferentes cartas de lectores que publicaron en su medio; o por la íntima certeza de que los que pusieron todo en Las Islas sufren una discriminación tan profunda, real, palpable, que se la puede confundir con el peor de los repudios. Encima, desde la nada, los tratan de héroes…
Como a El Chasqui le correspondió manejar los piolines, cuenten con El Mar para el aporte y de ser necesario de mi tiempo como integrante de la comisión que exista.

Horacio Taranco

Malvinas II

Señor director:

Por suerte esta vez no escribo a causa de alguna tristeza por la conservación de las mascotas sino porque¡estoy contenta! También orgullosa y no es para menos. El Chasqui, a través de algún lector inicialmente, encabeza una patriada realmente justa, acertada, conmovedora, a la cual adhiero fervorosamente. Además de la colaboración dineraria en este voluntario impuesto, cada vez que ande por mi sitio adoptado, trataré, igual que Jorge, de participar, de colaborar con alguna idea. En este mismo momento algo se me ocurre. En consonancia con la idea de la carencia de firma de la carta inicial, y en la certeza de que el proyecto al consumarse se transformará en noticia nacional, sugiero que quienes aparezcan ante los medios se limiten a presentarse con el nombre de pila. Que siempre el apellido sea Mar de las Pampas, Las Gaviotas o Mar Azul.

Sandra Domínguez

Sr. Director

Soy vecino de Mar de las Pampas, hace mucho tiempo que venimos y no hace un año que construimos nuestra casa y desde entonces no paramos de tener robos; ya van cuatro robos y sinceramente quisiera venderla y buscar otros lugares pero las mujeres de la familia dicen que esperemos un poco. Estoy cansado, vengo de Capital con todo los sistemas de seguridad (alarma, cámaras, guardias, etc.) y en este lugar se está llegando a lo mismo. HAGAN ALGO. NO QUEREMOS IRNOS, les pedimos a los señores políticos, porque se va a ir mucha gente del lugar y no habrá trabajo para todos los que viven de los turistas. Espero que se tome este reclamo y se haga algo. Gracias y disculpen por el desahogo

gdalfa66@yahoo.com.ar

Señor director

Hace unos años compramos un terreno en Mar de las Pampas, nos lo vendió el Sr. Vazquez. El principio de la ciudad «slow» nos encantó y descubrimos a través de El Chasqui, la forma genuina e inteligente de vida del lugar.
Hace tiempo que pensamos en contactar el diario pero nuestras idas a la Argentina son esporádicas, sólo dos veces al año; vivimos en Suiza, yo soy argentina, mi marido belga. Trabajo actualmente en Ginebra, en la Facultad de Letras y me gustaría proponer a la redacción algún artículo quizá sobre la identidad, o sobre la universalidad de algunos autores argentinos, o un análisis de alguna obra, o cualquier otro tema relacionado con mi campo de trabajo. Espero que la propuesta sea de su agrado y quedo a disposición para cualquier pregunta que quieran hacerme.
Sería un gusto para mí colaborar con El Chasqui.

Un cordial saludo

Patricia Larrús

Un requiem para La Negra

No le conocíamos casi la voz. Le sabíamos de sobra la ternura, eso sí. Cada quién le puso el nombre que más le gustó: La Negra, dada su color; Tristona, como la bautizó el pescador a quien le montaba guardia al pie de la caña; Playa como la llamamos nosotros, porque allí la conocimos y allí trabó amistad con nuestra Lola. Ella se dejaba llamar. Le dabas algo para comer, le rascabas un poco la panza y jamás te olvidaba. No pedía más. No pedía nada. Podías faltar de Mar de las Pampas un mes, dos, tres. Cuando volvías, allí te esperaba siempre La Negra, Playa, Tristona, siempre a los saltos a tu alrededor, en una bienvenida atropellada que apenas si podía contener a su corpachón cálido, a su aliento tibio, a sus ojos buenos.
La Negra era, además, baqueana de Mar de las Pampas: conocía las casas y sus gentes, los atajos y las sendas por donde llegar más rápido, los pozos de agua fresca que nacían después de las lluvias. El desalmado que la mató, a quien Dios no dé descanso, jamás, lo hizo al volante de una 4x4 y en plena playa. La asesinó haciendo algo que no debía: circular por la arena con un vehículo. Mató a La Negra con el temple firme de esa moral perversa y canallesca que vemos practicar tan a menudo: las cosas que están mal, lo están menos cuando las hago yo, que soy un buen tipo, divertido y no jodo a nadie. Y el tipo debe haber andado bien fuerte al volante de su 4x4, porque hacía falta mucha potencia para apagar a un corazón tan noble. El criminal hizo algo peor todavía, lógico y esperable en alguien como él, pero peor de lo que ya había hecho: escapó. Y dejó a La Negra en plena agonía, sin entender qué le había pasado, ni por qué, ni cómo era que de golpe hacía tanto frío, ni cómo se le iba de las patas una vida tan rica, tan alegre, tan limpia, tan distinta a la de su matador. Si es cierto lo que nos dijeron cuando chicos, y algo de lo que nos dijeron cuando chicos tiene que ser verdad, Dios tiene un patio enorme y celeste para los buenos perros. Si es así, por allí anda La Negra, Playa, Tristona, panza arriba, lengua colorada, sonrisa abierta, esperando un mimo, una rascada, una palmadita. A nosotros, diría Borges, sólo nos queda el goce de estar tristes. Y la dolorosa alegría de recordarla, de recuperarla apenas, y a penas, en los relatos breves que reconstruyen sus andanzas, en los ladridos sin dueño que en las noches evocan el suyo, en las muchas fotos atesoradas de los buenos momentos que nos regaló su alma generosa.
Negra querida, perrita hermana, ojalá puedas perdonarnos.

Alberto Amato

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