sábado, 14 de junio de 2008

Así nació Mar de las Pampas

Ofrecemos una vez más esta reseña acerca de los orígenes y nacimiento del bosque de Mar de las Pampas. Se nos ocurre que es, en estos momentos, el mejor homenaje para uno de sus hacedores: Antonio Jorge Vázquez.
Un buen día a alguien en la provincia de Buenos Aires se le ocurrió medir los campos de la costa marítima y si la superficie superaba la que surgía de sus títulos, el sobrante se declaraba de propiedad fiscal. Así es como en la costa marítima existen miles de hectáreas de tierras fiscales; desde Mar Chiquita hacia el norte hay más de 3.000.
Los primitivos propietarios de la fracción a la que nos referimos cedieron a la provincia como remanente de medición una franja de 7,5 kilómetros con frente al mar por 1.700 metros aproximadamente de profundidad. El gobierno provincial vendió la fracción y el comprador procedió a dividirla, una parte en franjas perpendiculares al mar y otra en manzanas, constituyendo un trazado en forma de damero.
Este comprador a su vez, lo vendió a un grupo de personas que compraron en condominio y cuyo objetivo era hacer un negocio inmobiliario de venta de lotes. A tal fin construyeron un camino de acceso de 9 kilómetros hasta la ruta provincial 11, luego edificaron una hostería, subdividieron una parte en lotes de características urbanas y comenzaron la venta de tal aparcelamiento que denominaron Mar Azul, una de cuyas secciones ocupa Mar de las Pampas.
Al poco tiempo los condómines adquirentes decidieron separarse, lo que dio origen, previo trámite judicial, a un remate que fue publicado —por una prestigiosa firma de rematadores de plaza—; de esta forma, en el mes de abril de 1957: entre Mar del Plata y Pinamar, frente al mar en dos grandes lotes. Extraordinario ofrecimiento para hombres de empresa... El día jueves 11 por orden judicial remataremos.
Así fue como comenzó la historia de Mar de las Pampas. Según se dijo anteriormente, allá en sus comienzos la fracción se había subdividido en lotes y manzanas cuadrangulares. Los cordones dunosos irregulares semejaban colinas y entre ellos se formaban umbrosos valles. Ahora bien, tal subdivisión no se adaptaba al paisaje ni a la topografía de lugar. Entonces en 1969 se iniciaron los trámites pertinentes ante las dependencias del Gobierno de la provincia de Buenos Aires, solicitando la remodelación del amanzanamiento. No se podría decir cual es más dura: la lucha contra la arena o contra la burocracia. Se debe dejar constancia que si no hubiera sido por el valor y la atención ponderables de muchos funcionarios que actuaron en este tema, todavía estaríamos "adentro de un expediente", como aquel genio de las Mil y una noches que se pasó siglos adentro de una botella. Hasta que por fin, doce años después se obtuvo la aprobación de la planimetría correspondiente adaptada al paisaje del lugar.
Como se presumirá todo el terreno estaba cubierto por cordones de médanos, lo que le daba un aspecto de paisaje lunar, ni una brizna de pasto, ni pájaros, nada. Sólo algunas aves marinas en la costa.
Ya el ingeniero Bremontier, a fines del siglo XVIII había usado métodos de fijación de dunas en Las Landas (Francia); en nuestro país, desde principios del siglo XX existió en los organismos oficiales –provinciales y nacionales– una preocupación sobre dicho tema. Chile había comenzado su programa forestal por aquel entonces y nuestros vecinos uruguayos tenían experiencia en la materia, en la zona de Maldonado.
En el orden privado, Guerrero en Cariló, Bunge en Pinamar y Gesell en la villa que lleva su nombre, habían iniciado con éxito tareas de fijación de dunas. La experiencia más importante y adelantada se llevó a cabo en el vivero dunícola de Miramar Florentino Ameghino dependiente del Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires.
Para iniciar los trabajos de fijación y forestación en Mar de las Pampas, no sólo hubo que reunir antecedentes técnicos sino también materiales como ser: diversas especies de pastos, semillas, arbustos, plantines de árboles y otros elementos entre los que se contó un jeep de tercera o cuarta mano y lo que fue más importante: hombres que conocieran el trabajo y tuvieran fe en la empresa que se iba a acometer. No puede escribirse esta reseña sin rendir un justo homenaje a esos hombres que afrontaron la intemperie, no conocieron horarios, ni feriados, ni comodidades de ninguna especie, ni techo cuando llovía o cuando el sol calcinaba la arena. Todos los que intervinieron en la obra se identificaron en la lucha contra la arena, que despiadada se desplazaba en todas direcciones, destruyendo en horas el trabajo de semanas. A día siguiente había que volver a empezar, así una y otra vez y lo peor es que no se sabía hasta cuándo.
Al fin pudo la técnica, el trabajo arduo y uno a uno los médanos fueron dominados. Había triunfado la fe. Y aquellos médanos se convirtieron en bosque, el bosque tuvo su vida propia, con sus insectos, sus alimañas, sus aves, y su espíritu, su música y sus duendes. Y sería en lo sucesivo abrigo para los seres que lo habitaran.

(Esta reseña histórica de Mar de las Pampas ha sido elaborada y acercada a El Chasqui por Mar Azul S.A.)

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